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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A COLOMBIA

ENCUENTRO DEL PAPA JUAN PABLO II
CON LOS NIÑOS

Capilla del Seminario de Calí
Viernes 4 de julio de 1986

 

Amadísimos niños de Colombia:

— ¿Amáis al Señor?
— ¿Amáis a la Santísima Virgen, Nuestra Madre?
— ¿Amáis a la Iglesia católica?
— ¿Amáis a vuestro prójimo?

Me siento muy feliz de tener este encuentro con vosotros, que representáis a tantos miles de niños colombianos y, en particular, a los que pertenecen a la Infancia Misionera.

La alegría que habéis expresado al recibirme, muestra claramente con cuánto entusiasmo e ilusión habéis esperado este momento. ¿No es verdad? También yo he esperado y deseado este momento para estar con vosotros.

En Roma, donde vivo habitualmente, el encuentro con los niños en mis visitas a las parroquias es siempre un momento entrañable de alegría para mí.

Niños de Colombia, vuestra presencia en la Iglesia es importante. ¡Que triste sería una Iglesia hecha sólo de personas mayores! ¡Que vacío se sentiría en las parroquias y en las comunidades eclesiales sin los niños que frecuentan las catequesis, que cantan en las celebraciones y hacen sentir que la Iglesia es una familia verdadera, en la que todos —pequeños y grandes— son hijos de Dios!

Por eso el Señor, como sabemos por la narraciones del Evangelio, quiso tener cerca a los niños: “Dejad que los niños vengan a mí... porque de ellos es el Reino de los cielos” . Sí, ciertamente, sois los amigos de Jesús y por lo tanto sois también los amigos del Papa Juan Pablo II.

Queridos niños de Colombia, vosotros representáis a todos los millones de niños de vuestra edad, y especialmente a los que pertenecen a la Infancia Misionera.

Es una alegría para el Papa saber que colaboráis con él en esa obra misionera que Jesús le ha encomendado para llevar el Evangelio a todo el mundo. Sí, son mis colaboradores; mis pequeños grandes colaboradores en la difusión del Evangelio.

Colaboráis conmigo porque os unís a las intenciones misionales del Papa; ante todo con la oración; después con el buen comportamiento en vuestras casas y con vuestros compañeros; y también con las limosnas para las misiones, que son fruto de privaciones y sacrificios. Donde vosotros no podéis llegar con vuestra palabra, llegáis con vuestra oración y vuestros sacrificios.

Sí. Esto es lo que yo espero de vosotros y de todos los niños de Colombia. Vosotros me acompañaréis con vuestra oración y yo, por mi parte, llevaré vuestro saludo, vuestros deseos de paz y de fraternidad a todos los niños que constantemente encuentro en mis viajes apostólicos. ¿De acuerdo? Así vamos a formar una cadena de amor y de fraternidad que una a todas las personas y vamos a trabajar por la paz, esa paz que es aspiración de todos.

Vosotros sabéis que, por desgracia, tantos niños como vosotros viven el dolor de la guerra, la necesidad del hambre, el abandono de la orfandad. Y muchos, sobre todo, no conocen a Jesús, no saben que tienen en la Virgen María una Madre que vela por nosotros como ve1ó por su Hijo Jesús cuando era Niño. También para ello es la palabra del Evangelio y la familia universal de la Iglesia en la que vosotros os sentís como en vuestro propio hogar.

Queridos niños: Habéis dicho que amáis a Jesús, vuestro amigo. Pues amadlo todavía más. Creced como El en edad, en sabiduría y en gracia.  Decid con vuestras palabras, con vuestros cantos, con vuestra vida que El está vivo, que El está presente en la Iglesia.

Habéis dicho que amáis a la Virgen María. Pues invocadla siempre con amor rezándole el santo rosario.

Habéis dicho que amáis a la Iglesia. Pues amadla cada día más y permaneced siempre unidos a ella; pedidle al Señor por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Rezad todos los días por los misioneros y misioneras.

El Papa os ama tanto, queridos niños colombianos, que no querría marcharse, que se quedaría siempre con vosotros. Pero y sabéis que en Jesús y en la Iglesia todos estamos unidos, que no hay distancias que nos separen. Rezad por mi y yo rezaré por vosotros. Recibid mi Bendición Apostólica, que de corazón extiendo a vuestras familias, a la Infancia Misionera y a todos los niños de Colombia.



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