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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE INDONESIA ANTE LA SANTA SEDE
*

Lunes 14 de diciembre de 1987

 

Señor Embajador:

Es un placer para mí darle la bienvenida hoy al Vaticano y aceptar las Cartas Credenciales por las que usted es nombrado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Indonesia ante la Santa Sede. Le agradezco las cordiales palabras de saludo que me ha transmitido de parte de Su Excelencia el Presidente Soeharto y le ruego que le asegure mis sinceros y mejores deseos. Al mismo tiempo, aprovecho la ocasión para renovar la expresión del deseo de la Santa Sede de mantener y fortalecer los lazos de buena voluntad y amistad con su País.

Usted se ha referido, Señor Embajador, a la necesidad de un entendimiento y de un diálogo más profundos entre los pueblos con el fin de construir la unidad de la familia humana. Hoy es evidente que las grandes preocupaciones, no sólo de los líderes de las naciones sino de los ciudadanos de todos los niveles de cada parte del mundo, relacionadas con el desarrollo económico y cultural y con la paz, no pueden ser afrontadas actualmente sino dentro de una amplia perspectiva que tenga debidamente en cuenta la interdependencia de los países y las regiones e incluso de los continentes. Acontecimientos que suceden en una parte del mundo tienen consecuencias inmediatas e incluso dramáticas en otras zonas. Los programas que se emprenden en un país o en una región pueden afectar profundamente las vidas de innumerables personas en otros países. Esto es especialmente cierto de las cuestiones que tocan a la seguridad y la paz, así como a las medidas que afectan el comercio y la producción y distribución de alimentos.

Esta perspectiva abierta, mundial, es aún más necesaria en vista de los crecientes desequilibrios entre los países y regiones desarrollados y entre los que están en vías de desarrollo, entre naciones que disponen de tecnologías avanzadas y las que están todavía en vías de modernización.

Un signo del creciente sentido de corresponsabilidad internacional por parte de muchas naciones es la importancia que se ha dado a las estructuras regionales de colaboración y participación en las distintas organizaciones internacionales y en sus agencias. En el sureste asiático, Indonesia ha contribuido activamente a promover un diálogo con los países vecinos. Es de esperar que tales iniciativas seguirán ofreciendo un foro para las negociaciones y un medio pacífico para resolver las diferencias, y que incluso ayudarán positivamente a que se logren los objetivos de desarrollo, justicia y respeto de los Derechos Humanos en todas partes.

La Iglesia Católica llama a sus miembros a que «cooperen gustosamente y de corazón... en la edificación del orden internacional con la observancia auténtica de las legítimas libertades y la amistosa fraternidad con todos» (Gaudium et spes, 88). La Iglesia, por tanto, se siente feliz cuando ve el esfuerzo que se está realizando para conseguir un mundo más justo y más humano, y participa de todo corazón, a la luz de su misión religiosa y moral, en esta tarea en todos los niveles ―local, nacional e internacional―. Esto lo realiza «inspirada pura y exclusivamente por el deseo de servir a todos» (ib., 89).

Me agrada, Señor Embajador, que los católicos de Indonesia estén presentes en la vida de su País, al cual aman ardientemente y con cuyo bienestar están generosamente comprometidos. La Iglesia en Indonesia apoya Pancasila como la expresión de los valores y aspiraciones de la Nación y como el marco para la búsqueda de sus nobles ideales. En su preocupación por el bienestar de la Nación, la Iglesia sigue el camino del respeto y la colaboración mutuas con otras tradiciones religiosas, convencida de que en el espíritu de oración manifestado en el Encuentro interreligioso de octubre de 1986 en Asís – al que usted se ha referido – se puede encontrar un camino muy fructífero y constructivo para caminar delante.

A causa de su íntima preocupación por el bienestar de todos los pueblos, la Iglesia valora los esfuerzos que se están realizando para mejorar las condiciones de la población de Irian Jaya, y busca a apoyar y a colaborar más aún con la asistencia humanitaria y los programas de desarrollo social que consolidarán esta tendencia. Asimismo, la universal misión de servicio que tiene la Iglesia le hace esperar que se tendrá especial consideración con la protección del carácter étnico, religioso y cultural de la población del Este de Timor.

Al iniciar su misión, Señor Embajador, quiero asegurarle la colaboración de los distintos departamentos de la Santa Sede. Ruego a Dios que sea usted feliz en el cumplimiento de sus altas responsabilidades. Que Dios bendiga abundantemente el querido Pueblo indonesio.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española 1988, n.7, p.23 (p.119).



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