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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL X CURSO DE ESPECIALIZACIÓN
EN RELACIONES INTERNACIONALES
*

Lunes 9 de julio de 1990

 

Distinguidos Señoras y Señores:

Es para mí motivo de viva satisfacción tener este encuentro con vosotros, miembros del Cuerpo Diplomático latinoamericano, que habéis concluido el X Curso de formación y especialización en Relaciones Internacionales, patrocinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia.

Agradezco sinceramente las amables palabras que el Sr. Marinelli ha tenido a bien dirigirme en nombre de todos, y que reflejan los nobles sentimientos que os animan como profesionales al servicio de las instituciones que representáis.

Las funciones que estáis llamados a desempeñar como artífices de entendimiento y de concordia os hacen acreedores de nuestra más atenta consideración; pues sois, en buena medida, depositarios de grandes esperanzas en orden a la anhelada construcción de un mundo en el que la paz, la solidaridad y la cooperación sean los cauces que faciliten unas relaciones más justas y humanas entre todos los miembros de la comunidad internacional y, en particular, entre los países de América Latina y el Caribe.

Mis visitas pastorales a vuestro continente me han permitido tomar contacto directo con la realidad de vuestros países, que han sido bendecidos por Dios con grandes recursos materiales y humanos, pero donde no faltan fuertes contrastes que, en ocasiones, son causa de inestabilidad y, a la vez, obstáculo para la justa y equitativa participación de todos en los bienes de la creación.

En un mundo como el nuestro, en el que la estabilidad y la paz de las naciones se ven frecuentemente amenazadas por intereses contrapuestos, vuestra labor como diplomáticos adquiere un destacado relieve en favor de la solidaridad humana y del progreso civil. Un progreso que, como bien sabéis, no puede reducirse al simple bienestar económico, sino que ha de proyectarse en la promoción armónica e integral de la persona humana, particularmente de sus valores espirituales y trascendentes.

Vosotros estáis llamados, pues, a prestar vuestra contribución a la tarea de favorecer un mejor entendimiento entre las naciones, en especial, las de América Latina, a quienes la geografía, la fe cristiana y la cultura han unido en el camino de la historia. En vuestra labor diplomática no ahorréis esfuerzos por servir a aquellos nobles pueblos con los que he tenido la dicha de compartir inolvidables celebraciones de fe y de esperanza durante mis viajes apostólicos.

Señoras y Señores, al finalizar este encuentro, deseo agradeceros vuestra presencia, a la vez que expreso mis más sinceros votos por vuestro bienestar, por la consecución de los objetivos de las instituciones que representáis y por el éxito de vuestra misión. Encomiendo al Todopoderoso vuestras personas y vuestras familias, junto con los habitantes de vuestros Países, mientras imparto con afecto mi Bendición Apostólica.


*Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. XIII, 2 p.76-77.

L'Osservatore Romano 10.7.1990 p.5.

L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.28, p.12.



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