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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE CHIPRE ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 23 de marzo de 1990

 

Señor Embajador:

1. Me es muy grato darle la bienvenida al Vaticano en el comienzo de su misión como Embajador de la República de Chipre ante la Santa Sede. Al aceptar sus Cartas Credenciales, le ruego que transmita mis cordiales saludos y mis mejores deseos al Presidente Vassiliou. Tengo plena confianza en que su misión, como fue la de su último y distinguido predecesor, el señor Polys Modinos, reforzará los lazos de mutua estima y fructífera cooperación que caracterizan las relaciones entre la Santa Sede y el pueblo de su antigua y noble Isla.

2. Los acontecimientos mundiales de los últimos meses han demostrado con gran evidencia qué profundo y duradero es el deseo de pueblos enteros por vivir en paz, dejar a un lado viejas hostilidades y unirse en forjar una nueva era de entendimiento internacional. Sin embargo, la existencia de un orden social justo sigue siendo todavía un ideal lejano para muchas sociedades. Verdaderamente, como Su Excelencia ha señalado con claridad, el mismo Chipre ha sido escenario de continuas divisiones y conflictos. A pesar de las discrepancias profundamente arraigadas, nunca se debe abandonar la esperanza de su justa resolución. La Santa Sede está firmemente persuadida de que la solución de las prolongadas divisiones entre los pueblos debe buscarse en un diálogo paciente y en el respeto a los principios de la justicia recogidos en el Derecho Internacional.

Por este motivo la Santa Sede, a través de su presencia en medio de la comunidad internacional y de su actividad diplomática, intenta promover todos los esfuerzos dirigidos a fortalecer y perfeccionar la unidad de la familia humana» (cf. Alocución al Cuerpo Diplomático, 13 de enero de 1990, n. 4: L’Osservatore Romano, edición en Lengua Española, 21 de enero de 1990. pág. 1). Mientras la contribución propia de la Iglesia Católica al estable-cimiento de relaciones pacíficas entre las naciones y los pueblos se deriva, en última instancia, de su misión religiosa, ella se esfuerza por promover un diálogo efectivo y una armonía tanto entre creyentes como entre no creyentes. La Iglesia está convencida de que la búsqueda de la unidad y de la paz en nuestro mundo, cada vez más interdependiente, es una necesidad impuesta sobre todo por Dios, el Creador de la humanidad. Ciertamente la sumisión a la voluntad de Dios pide a todos los creyentes un compromiso ineludible por este objetivo.

3. En este contexto «hay una urgente necesidad de una solidaridad que asuma la interdependencia y la traduzca en plano moral» (cf. Sollicitudo rei socialis, 26). Su Excelencia se ha referido a los principios morales que necesariamente deben fundamentar las políticas que conduzcan a la paz y la seguridad. Entre éstas desearía poner de relieve la grave obligación de buscar y explorar todos los caminos de un posible acuerdo. Es obvio que cualquier intento de promover un diálogo auténtico debe respetar las diferencias raciales, religiosas, sociales y culturales. Sólo se puede lograr una unidad duradera de pueblos y de distintos grupos sociales cuando se haya respetado y garantizado el legítimo pluralismo de parte de todos los miembros de la sociedad.

En este punto deseo mencionar la presencia y actividad de la comunidad católica en su Isla. Durante siglos, estos cristianos maronitas y de rito latino han practicado y profesado su fe en plena comunión con la Santa Sede. A pesar de su pequeño número también ellos han deseado participar en esta búsqueda de un orden social marcado por la justicia, la armonía y la paz. A través de la educación y de la formación religiosa impartida en sus escuelas, del desarrollo de nuevos canales de cooperación con otros cristianos, y de la proclamación de los valores del Evangelio de respeto y amor a los demás, los católicos de Chipre se han comprometido en la tarea de desarrollar todas las posibilidades de su comunidad nacional. Confío en que 1a labor de la Iglesia siga favoreciendo 1a paz en su País.

Señor Embajador, al comenzar su misión deseo expresarle una vez más mis mejores deseos, y asegurarle que los distintos departamentos de la Santa Sede están siempre dispuestos para ayudarle en el cumplimiento de sus obligaciones. De todo corazón invoco sobre usted y sobre todo el querido pueblo de Chipre las abundantes bendiciones de Dios Todopoderoso.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.15, p.8 (p.212).



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