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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DEL COMITÉ PONTIFICIO PARA LOS CONGRESOS EUCARÍSTICOS
CON VISTAS DEL CONGRESO DE SEVILLA


Jueves 7 de noviembre de 1991

 

Amadísimos Hermanos:

1. Me es grato tener este encuentro con los Miembros del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales y con los Delegados nacionales, reunidos aquí con vistas al Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla, que tendrá lugar en el mes de junio de 1993. Con vuestras reuniones queréis contribuir a que este magno acontecimiento sea realmente una “Statio Orbis” para toda la Iglesia y para las Iglesias particulares.

Vuestras reflexiones sobre la actualidad del lema escogido, “Cristo, luz de los pueblos”, se han desarrollado a través de sesiones teológicas y celebraciones litúrgicas, bajo el tema general, “Eucaristía y Evangelización”.

2. El éxito del Congreso dependerá en gran parte de quienes, bajo la dirección del Señor Arzobispo de Sevilla, preparen los programas y organicen su puesta en marcha, de acuerdo con el Plan Pastoral mediante el cual los Obispos españoles quieren conmemorar el quinto centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo.

En efecto, el Comité local necesita además la colaboración de todas las Iglesias para que los actos eucarísticos tengan una dimensión verdaderamente universal. Desde sus orígenes, los Congresos han querido ser un testimonio ante el mundo y una manifestación solemne de la fe de la Iglesia en la santísima Eucaristía, misterio de amor. Al mismo tiempo han sido también una ocasión para fomentar la fraternidad y solidaridad universal entre los hombres de diferentes orígenes y culturas, pero unidos en la común aspiración a la dignidad y libertad que sólo Cristo, luz del mundo, puede satisfacer.

3. Por eso, es de gran importancia la colaboración de los Delegados nacionales con el Comité organizador del Congreso. Vuestro cometido es, pues, dar a conocer que se trata de un acto público de toda la Iglesia. Para ello trataréis de preparar espiritualmente a vuestros connacionales que deseen peregrinar a Sevilla, acompañándolos en momentos de reflexión y de adoración.

Estos días habréis podido constatar que está aumentando el número de fieles que se acercan a comulgar, pero en cambio ha disminuido el número de quienes dedican una parte de su tiempo a la adoración, debido quizás a la progresiva secularización de la sociedad. Un Congreso Eucarístico es, pues, una ocasión irrenunciable para proponer de nuevo al pueblo fiel que la adoración eucarística es un modo sublime de oración y encuentro con el Señor, donde brota espontánea la misma súplica de los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros” (Lc 24, 29).

4. Una atención particular habéis dedicado al lema del Congreso, Cristo, luz de los pueblos, según la expresión del Concilio Vaticano II, que habla de la misión esencial de la Iglesia o, en otras palabras, del papel de la Eucaristía en la nueva evangelización que el mundo necesita con tanta urgencia (cf. Redemptoris missio, 33).

Cada generación necesita que se le proclame la Buena Nueva, a la luz de las circunstancias y acontecimientos socioculturales en que se halla inmersa. Así me refería recientemente a un grupo de Obispos españoles: «Se trata de una “nueva” evangelización para proclamar el Evangelio de siempre, pero de una forma “nueva”. Es “nueva" porque el ambiente social y cultural en que viven los hombres a quienes hay que evangelizar exige muchas veces una “nueva síntesis” entre fe y vida, fe y cultura» (Discurso a los obispos de Burgos, Zaragoza y Pamplona en visita «ad limina Apostolorum», n. 3, 7 de octubre de 1991). La celebración del próximo Congreso Eucarístico en Sevilla, ciudad tan ligada desde los comienzos a la predicación del evangelio en América, debe dar un impulso decisivo para que las Iglesias colaboren activamente en la tarea de la nueva Evangelización, “nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”, como dije a la Asamblea del Celam en Puerto Príncipe (Discurso a la Asamblea del Celam, III, 9 de marzo de 1983) .

A este respecto afirma el Concilio, “en la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia”, y es también “la fuerza y el culmen de toda la evangelización” (Presbyterorum ordinis, 5). Por lo cual, la actividad misionera no alcanza plenamente su objetivo hasta que no logra comunidades eclesiales congregadas por la fe en la celebración de la Eucaristía, pues “la totalidad de la evangelización, aparte la predicación del mensaje, consiste en implantar la Iglesia, la cual no existe sin este respiro de la vida sacramental culminante en la Eucaristía” (Evangelii nuntiandi, 28).

5. Por eso, la Evangelización se realizará con más audacia y confianza si tiene como centro la Eucaristía, Pan de vida. Es en Jesucristo sacramentado donde se encuentra la fuerza necesaria para entregarse a la nueva Evangelización, con fecundos frutos de renovación espiritual y también social.
Que la Virgen María, tan íntimamente unida a la misión evangelizadora y salvadora de su divino Hijo, nos alcance la gracia de que el 45 Congreso Eucarístico Internacional proclame ante el mundo que Cristo es la luz de los pueblos.

Al agradeceros a todos vuestra presencia aquí, así como los esfuerzos de quienes están preparando ya el próximo Congreso de Sevilla, os imparto con afecto mi Bendición Apostólica.



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