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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS COLABORADORES EN EL PABELLÓN DE LA SANTA SEDE
EN LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE SEVILLA


Lunes 4 de enero de 1993

 

Señor Nuncio Apostólico en España,
queridos colaboradores en el Pabellón de la Santa Sede
en la Exposición Universal de Sevilla:

Me es muy grato tener este encuentro con todos vosotros para poder expresaros personalmente mi viva gratitud por la colaboración generosa y eficaz que, desde vuestras distintas responsabilidades y quehaceres, habéis prestado para que el mensaje compendiado en el lema “La Iglesia en América: Evangelización y cultura” llegase a más de un millón de personas que visitaron el Pabellón de la Santa Sede a lo largo de los seis meses que ha durado la Expo ‘92.

Vuestra labor ha sido, en efecto, una valiosa contribución a la cultura y a la evangelización. La dimensión cultural se mostraba patente a los ojos del visitante, admirado por tantos y tan bellos testimonios de historia y vida. Pero, como advertía claramente el mismo catálogo del Pabellón, no se trataba de un museo, sino de la memoria viva del papel que la fe cristiana ha tenido en la historia, en la cultura y en la evolución de los pueblos de América, y sin la cual aquella realidad no puede ser entendida en su pasado ni proyectarse fecundamente hacia el futuro. El Pabellón de la Santa Sede pretendía solamente este objetivo: dar a conocer la experiencia religiosa, a través de testimonios documentados y rigurosamente históricos, de una realidad viva y dinámica que tuvo su centro en España hace 500 años, y que hoy, en las postrimerías del siglo XX, continúa con renovada vitalidad y dinamismo.

Por todo ello, vuestra colaboración asidua y abnegada en aquella magna Exposición ha tenido una clara dimensión evangelizadora, además de haber contribuido a estrechar los lazos fraternos y espirituales entre los hombres y mujeres de todo el mundo, especialmente del Continente americano.

Que vuestra enriquecedora experiencia os sirva también de estímulo para ser siempre apóstoles en la tarea de proclamar y difundir en vuestra vida personal, familiar y profesional el mensaje evangélico, con aquel sentido de universalidad que la Exposición de Sevilla ha proyectado hacia todo el mundo, promoviendo el espíritu de amistad y solidaridad entre los hombres.

Mientras deseo a todos un feliz y próspero Año 1993, imparto con afecto a vosotros y a vuestras familias en España mi Bendición Apostólica.



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