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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CARDENAL RICARDO MARÍA CARLES GORDÓ,
ARZOBISPO DE BARCELONA


Sala Clementina
Lunes 28 de noviembre de 1994

 

Señor Cardenal:

Con mucha alegría le recibo hoy, junto con sus Obispos auxiliares y un grupo de familiares y amistades que le acompañan en el momento gozoso de su incorporación al Colegio Cardenalicio. En este año ha celebrado Usted el XXV aniversario de su ministerio episcopal, iniciado en la diócesis de Tortosa, donde con amor y fidelidad cuidó durante largo tiempo la Iglesia que allí peregrina y en la que, entre otras actividades, promovió y celebró un Sínodo diocesano. Hoy, como Arzobispo de Barcelona, ejerce su servicio pastoral en aquella gran archidiócesis, potenciando la vida cristiana de sus fieles y atendiendo también las responsabilidades que, a nivel nacional, los obispos de España le han encomendado en la Conferencia Episcopal.

Me complace resaltar, cuando estamos ya al final del Año de la Familia, que proviene de una familia profundamente cristiana. Tras la temprana muerte de su padre durante su adolescencia, Usted con su madre y su hermano formaron un hogar fundado en las virtudes domésticas, que le condujeron a acoger la llamada al sacerdocio cuando ya había empezado los estudios científicos. De ese modo comenzó un camino de servicio a la Iglesia, en el Colegio del Corpus Christi, con el ejemplo y la protección de San Juan de Ribera.

Sé que en su ministerio sacerdotal, iniciado en Tabernes de Valldigna y después durante el breve período en la capital valentina, prestó una atención particular a la formación de los laicos, a la pastoral familiar y a la juventud. Estas líneas pastorales que, siempre le han distinguido, las continúa hoy en Barcelona, juntamente con la atención a la vida y actividad de los sacerdotes y a la pastoral vocacional.

En la comunitat diocesana més poblada de Catalunya, vos treballeu pel Regne de Déu, en aquest moment important de la seva història, tot guiant l’Església local amb les vostres Orientacions per a la pastoral diocesana, que han estat concretades en el pla pastoral “ Identitat, comunió, evangelització ”, que crida a tots sense excloure ningú. Estic segur que una aplicació d’aquestes orientacions, amb esperit de fe i d’esperança, serà una revitalització de l'arxidiòcesi i una fructuosa aportació al proper Concili Provincial Tarraconense, en el qual hi participa també Barcelona.

Señor Cardenal, le han acompañado hasta la Sede del Sucesor de Pedro no sólo Obispos, sacerdotes y fieles de Barcelona, sino también de Cataluña, de Valencia, su diócesis de origen, y de otros puntos de España. Han querido manifestar así el afecto por su persona y su gratitud por lo que Usted ha hecho por ellos. Encomendándole a la protección materna de la Virgen, que en Cataluña es venerada con tanto amor bajo la advocación de Montserrat, y a la que ya desde niño aprendió a amar en Valencia, con el nombre de los Desamparados, le imparto de corazón, así como a los que hoy le acompañan y a quienes le están unidos espiritualmente, una especial Bendición Apostólica.



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