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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE ESTONIA*

Jueves 15 de septiembre de 1994

 

Señor Presidente:

1. Me complace darle mi cordial bienvenida, con ocasión de su primera visita oficial a la Sede Apostólica. Saludo, asimismo, a los miembros de su séquito y a toda la Nación que usted representa aquí.

Este encuentro me trae a la memoria mi breve pero intensa visita a Estonia, el 10 de septiembre del año pasado. Deseo expresarle, una vez más, mi vivo agradecimiento por la afectuosa acogida y hospitalidad que me brindaron durante mi estancia en la capital Tallin. Las impresiones y los sentimientos que experimenté durante la última etapa de ese viaje histórico a las tres Repúblicas Bálticas, conservan hasta el día de hoy un eco muy profundo en mi alma, así como en la de quienes me acompañaron.

2. Después del doloroso período de prueba, marcado especialmente por la privación de las libertades fundamentales del hombre, la Nación de Estonia en la actualidad vive en un clima de renacimiento moral y civil. Las buenas relaciones existentes entre la comunidad católica y las instituciones del Estado, caracterizadas por el respeto y la colaboración sobre la base de la libertad religiosa reconquistada, brindan una contribución significativa a ese clima de recobrada confianza y de compromiso concreto en favor del bien común.

Esas relaciones cordiales entre la Iglesia Católica y el Estado constituyen, ciertamente, una base importante para construir juntos el bien común en beneficio de todos los ciudadanos. A ese respecto, me complace la actitud de atención y respeto de las autoridades civiles hacia la pequeña pero fervorosa comunidad católica.

El clima de recíproca apertura y colaboración entre la Iglesia y el Estado contribuirá en gran medida a promover la búsqueda de soluciones satisfactorias también con respecto a los puntos que siguen en fase de estudio y profundización. Por ejemplo, constato con satisfacción que esas relaciones cordiales favorecen las negociaciones para la restitución de los edificios confiscados durante el pasado régimen totalitario. Abrigo la esperanza de que puedan proseguir por el camino emprendido y que refuercen aún más el deseo de diálogo y comprensión que ha animado hasta ahora las negociaciones en ese sector tan delicado, como en otros ya existentes entre ambas partes.

3. Espero que las soluciones a las que se llegue permitan, entre otras cosas, que la comunidad católica contribuya al esfuerzo de todos por promover el progreso del País.

En la medida de sus posibilidades, siguiendo las orientaciones dadas por el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica en Estonia quiere colaborar con todos los componentes de la sociedad en la consolidación de la libertad y de la paz alcanzadas gracias al sacrificio y la aportación de todos los ciudadanos. Como afirmé a mi llegada a la capital Tallin, «el Sucesor de Pedro y cuantos forman parte de la comunidad católica desean contribuir a asegurar a Estonia un futuro de concordia, paz y progreso; un futuro de fraternidad y solidaridad, en el seno de una sociedad internacional que aspira cada vez más al respeto y a la interdependencia en la libertad» (L’Osservatore Romano, edición en Lengua española, 17 de septiembre de 1993, pág. 15).

4. Señor Presidente, también las diversas confesiones cristianas presentes en su País, gracias a la concordia existente entre ellas, contribuyen a fomentar un clima de paz y colaboración. El encuentro ecuménico que se celebró en la iglesia de San Nicolás y en el que tuve la alegría de participar durante dicha visita pastoral, fue un signo elocuente del compromiso de cuantos profesan su común fe en Cristo por proseguir con ardor su itinerario hacia la unidad plena.

Su testimonio de los valores evangélicos ayuda a mantener vivo el recuerdo del gran patrimonio de cultura y humanidad que el Cristianismo ha ofrecido históricamente a la civilización y al progreso de los pueblos bálticos y, en particular, al estonio. Los católicos quieren intensificar ese camino de reconciliación y paz buscando, frente a los desafíos del momento actual, toda solución justa para sanar las heridas aún abiertas en la conciencia popular, que son triste herencia del largo invierno de la opresión totalitaria.

5. Señor Presidente, quisiera añadir, por último, unas palabras sobre la posición geográfica de Estonia, encrucijada importante entre el Este y el Oeste de Europa, y lugar de diálogo cultural y religioso entre las diversas poblaciones europeas. A este respecto, le expreso mis sinceros deseos de que se superen definitivamente las tensiones y los enfrentamientos, para dar cabida al intercambio generoso entre las múltiples culturas, con vistas a un enriquecimiento recíproco. Ojalá que el redescubrimiento de las comunes raíces cristianas, patrimonio inviolable de toda nación del Viejo Continente, se convierta en punto de partida para que el Oriente y el Occidente de Europa renueven el diálogo y colaboren más estrechamente.

Con estos sentimientos, le expreso una vez más mi agradecimiento a usted, Señor Presidente, y a cuantos lo acompañan en esta visita oficial, a la vez que invoco la bendición de Dios sobre Estonia, sobre sus habitantes y sobre su camino hacia un futuro de libertad y progreso.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 39, p.4.



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