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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA ASAMBLEA PLENARIA
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA (CEI)


Jueves 21 de mayo de 1998

 

«.La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: .Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 21-23).

Amadísimos hermanos en el episcopado:

1. El tema principal de vuestra asamblea plenaria es, precisamente, el Espíritu Santo, que Jesús resucitado dio a los Apóstoles ya desde el comienzo y que también ahora está presente y actúa en nuestras Iglesias, impulsándolas incesantemente por el camino de la misión.

Me alegra profundamente este habitual y familiar encuentro que, con espíritu de comunión, me permite participar más de cerca en vuestras preocupaciones pastorales concretas. Saludo y doy las gracias al cardenal Camillo Ruini, vuestro presidente, así como a los demás cardenales italianos. Saludo a los vicepresidentes, al secretario general y a cada uno de vosotros, venerados y queridos hermanos en el episcopado, agradeciendo con vosotros al Señor los dones que no deja de darnos. En su compañía, también las fatigas y las cruces del servicio apostólico se vuelven suaves y llevaderas (cf. Mt 11, 28-30).

2. Este segundo año de preparación inmediata para el gran jubileo está dedicado al Espíritu Santo, porque, como escribí en la encíclica Dominum et vivificantem, «lo que en .la plenitud de los tiempos. se realizó por obra del Espíritu Santo, solamente por obra suya puede ahora surgir de la memoria de la Iglesia. Por obra suya puede hacerse presente en la nueva fase de la historia del hombre sobre la tierra» (n. 51). Pero esta nueva fase, queridos hermanos, es para nosotros, principalmente, tiempo de misión y, en la situación actual de Italia, tiempo de nueva evangelización.

Me alegro con vosotros porque durante estos últimos años habéis realizado de forma cada vez más concreta esta gran tarea de la nueva evangelización, ante todo a través de la iniciativa del proyecto cultural orientado en sentido cristiano, que es, en primer lugar, un proyecto de evangelización de las diversas culturas, para que Jesucristo sea el punto de referencia decisivo de los pensamientos y comportamientos personales y sociales.

Además, por impulso del Espíritu están multiplicándose, en las diócesis italianas, nuevas propuestas y formas de acción misionera, comenzando por la que se puso en marcha aquí, en Roma, con el nombre de «misión ciudadana». Su propósito común es suscitar en todo el pueblo de Dios, en la variedad de sus componentes, incluidos con pleno derecho los laicos, una conciencia más viva y precisa del mandato misionero que recibimos de Dios Padre a través de Cristo resucitado. Se siente la urgencia de encontrar los caminos más eficaces y accesibles para realizar este mandato por lo que respecta a cada persona o familia, y también en los ambientes de trabajo y de vida, en las escuelas y las universidades, en los medios de comunicación social, en los hospitales y en muchas situaciones de pobreza y marginación. Queridos hermanos en el episcopado, la confianza y las expectativas del Papa ante estas nuevas formas de misión son grandes.

3. En esta misma perspectiva de evangelización, recordamos con gratitud al Señor el extraordinario acontecimiento del Congreso eucarístico nacional, con ocasión del cual pude encontrarme en Bolonia con la mayor parte de vosotros. En efecto, ese congreso expresó con singular eficacia la centralidad y la fecundidad de la Eucaristía en la vida de la comunidad eclesial, así como en cualquier otro ámbito de acción y de responsabilidad.

Otra cita que recuerdo de buen grado es la Jornada mundial de la juventud que se celebró en París en agosto del año pasado: también en esa circunstancia estuvisteis presentes muchos de vosotros, junto con cien mil jóvenes italianos, llenos de fe y entusiasmo. El Congreso eucarístico internacional y la Jornada mundial de la juventud que tendrán lugar en Roma durante el Año santo quieren ser la continuación ideal de los acontecimientos de Bolonia y París, como momentos fuertes del camino de una Iglesia que desea estar unida de forma cada vez más profunda a su Señor y, precisamente así, ser cada vez más capaz de penetrar en el corazón de la humanidad contemporánea, para acercarla o llevarla nuevamente a Cristo. El gran jubileo, para el que sé que las diócesis italianas se están preparando activamente bajo vuestra guía, es verdaderamente el tiempo y el momento favorable (cf. 2 Co 6, 2), a fin de que el recuerdo del nacimiento de nuestro único Salvador sea para todos nosotros principio de conversión y de misión.

4. Objeto de reflexión de vuestra asamblea es también, queridos hermanos, la pastoral de la movilidad humana, en su doble aspecto de atención a quienes acuden a Italia en búsqueda de condiciones de vida más aceptables, y de asistencia espiritual a las numerosas comunidades de italianos que residen y trabajan en el extranjero. También estas dimensiones de la pastoral, ambas indispensables, tienen que desarrollarse en una perspectiva plenamente evangélica. Esto requiere atención, solidaridad y prontitud de servicio a las personas y a las familias en sus múltiples necesidades y dificultades, especialmente por lo que concierne al trabajo, la vivienda y la asistencia sanitaria. Idéntica solicitud habrá que mostrar con respecto a la fe y la vida espiritual no sólo de los italianos en el extranjero, sino también de los numerosos inmigrantes en Italia que son católicos, sin renunciar jamás a proponer, con amor y respeto, la palabra de salvación del Evangelio a todos los que la providencia de Dios guía a estas tierras.

Otro tema de vuestros trabajos es el compromiso de la Iglesia italiana en el ámbito de las transmisiones de radio y televisión. Me alegra mucho que hayáis tenido la valentía y la clarividencia de aceptar una iniciativa de amplio alcance en este campo tan relevante para la evangelización y la formación de las mentalidades y los comportamientos. Deseo y confío en que, también a través de la colaboración cordial de los diversos medios de comunicación de inspiración cristiana, nacionales y locales, entre los que me complace recordar el óptimo servicio prestado por el diario «Avvenire », así como por otros periódicos católicos, pueda brindarse a todos, de modo cada vez más concreto, una interpretación cristiana de la vida y de los acontecimientos.

5. Venerados hermanos en el episcopado, en esta feliz circunstancia de nuestro encuentro, deseo confirmar y renovar la confianza y las expectativas que he expresado muchas veces con respecto a la Iglesia y la nación italiana, y que ahora cobran gran actualidad, en relación con los pasos adelante que se están dando en la construcción de la unidad europea. En efecto, ahora más que antes, Italia está llamada a dar toda su contribución para que, en la nueva Europa que se va realizando, la fe cristiana sea fermento vivificante y cemento unificador. Y es evidente que, para poder realizar esta tarea, Italia debe mantener vivo y activo, ante todo dentro de ella, el patrimonio religioso y cultural que está presente en esos lugares ya desde el testimonio y el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo.

En esta fase de rápidos cambios en la que, con esfuerzos y contrastes, se trata de diseñar de nuevo las estructuras institucionales, sociales y económicas de este país en el ámbito europeo, comparto de corazón vuestra preocupación y vuestra insistencia para que el trabajo, factor decisivo de la promoción de la persona y la sociedad, sea defendido e incrementado, encontrando soluciones nuevas y eficaces para su falta, a menudo gravísima. La comunidad cristiana, sobre la base de una profunda inteligencia de la fe, deberá comprometerse activamente, con mayor energía y renovada creatividad, a buscar formas nuevas de iniciativa, de participación y de apoyo. Es preciso actualizar la atención especial a los pobres, a los niños y a los jóvenes, identificando con valentía modalidades aún inexploradas de participación para que, junto con el empleo, se brinde una ulterior perspectiva de esperanza y confianza.

Ojalá que la caridad activa no se canse de buscar caminos para que la solidaridad de todos alivie las necesidades de cada uno, según el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cf. Hch 2, 42 ss y 4, 34 ss). A este propósito, mi afectuoso recuerdo y mi oración van nuevamente, de modo particular, a las poblaciones de la Champán, probadas tan duramente por la reciente calamidad natural.

Sin embargo, es evidente que, en el ámbito de una economía cada vez más abierta, cobra cada vez mayor importancia una auténtica y concreta aplicación del principio de subsidiariedad, que permita valorar más plenamente las numerosas energías y capacidades de iniciativa de la sociedad italiana.

6. El recurso más valioso y más importante, para el presente y el futuro de Italia, es concretamente la familia. Pero también es la más atacada y amenazada, tanto en su misma estructura fundamental como en sus derechos y en sus tareas. Por eso, queridos hermanos, comparto las iniciativas que incansablemente promovéis, para que la pastoral familiar se transforme cada vez más en un eje fundamental de la acción de la Iglesia y pueda llegar al mayor número de familias, en sus condiciones efectivas de vida.

También son indispensables la elaboración y la difusión de una cultura favorable a la familia y a la vida, y un compromiso coherente y valiente de desarrollar políticas sociales verdaderamente atentas al papel de la familia en la realidad italiana, y para garantizar el respeto a la norma constitucional, con la que la República italiana «reconoce los derechos de la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio» (Art. 29); en efecto, son demasiadas las propuestas de ley, las decisiones administrativas y las sentencias judiciales que, en realidad, no van de acuerdo con esos derechos fundamentales. Por tanto, animo de corazón a todas las fuerzas culturales, sociales y políticas y, de modo especial, a las mismas organizaciones de las familias, a afrontar este difícil desafío, decisivo para el rostro que Italia irá asumiendo.

En su irrenunciable tarea educativa, la familia cuenta con la ayuda de la escuela, a la que se dirige también nuestra solícita atención de pastores. Queridos hermanos en el episcopado, estamos vivamente interesados y preocupados por toda la escuela italiana que, para un serio impulso cualitativo, necesita ser reconocida concretamente, con esta finalidad, como un bien prioritario de toda la nación. Y de modo especial estamos seriamente preocupados por las escuelas libres y, entre éstas, por las escuelas católicas, a las que aún no se les reconoce en Italia la paridad efectiva que, en cambio, es una realidad positiva y consolidada en otros países europeos. Por eso, pedimos con fuerza y urgencia que se supere finalmente esta infeliz anomalía, que no honra a Italia.

Venerados hermanos obispos italianos, en este mes dedicado a la Virgen, encomendémosle a ella, que es nuestra confianza y nuestra esperanza, los deseos y los anhelos de nuestro corazón.

Que Dios os bendiga a cada uno de vosotros y a las Iglesias que se os han encomendado. Que bendiga al pueblo italiano, lo defienda de las asechanzas y de los peligros, ilumine su camino en el umbral del tercer milenio y sostenga los pasos de los heraldos del Evangelio que trabajan para reavivar su fe y confirmar su esperanza.



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