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AUDIENCIA DE JUAN PABLO II 
A UNA DELEGACIÓN DE MACEDONIA CON MOTIVO DE LAS CELEBRACIONES 
EN HONOR DE LOS SANTOS CIRILO Y METODIO*

 Sábado 22 de mayo de 1999

 

Querido primer ministro;
queridos amigos:

Todos los años, con ocasión de la fiesta de san Cirilo y san Metodio, apóstoles de los eslavos, una delegación de la ex República yugoslava de Macedonia viene a Roma para venerar las reliquias de san Cirilo en la iglesia de San Clemente. En esta oportunidad, me complace reunirme con vosotros, que representáis la vida civil y religiosa de vuestro país.

Desde hace algunas semanas, vosotros y vuestro pueblo estáis implicados en la terrible crisis que día a día está causando sufrimientos indecibles, muerte y abierto y sincero, destinado a crear una base justa y duradera para un acuerdo y para la paz. Pido fervientemente a Dios que, gracias a la intercesión de los dos santos hermanos, toda la región redescubra la comunión fraterna de todos sus pueblos, para que, cuando terminen la violencia y la destrucción actuales, sea para el resto de Europa y para el mundo un claro ejemplo de coexistencia justa y pacífica, en el respeto mutuo y en la libertad. Queridos amigos, espero que vuestra peregrinación os infunda fuerza y valor en el servicio al bien común de vuestro pueblo. Dios bendiga a vuestro país y a sus habitantes. destrucción en los Balcanes, y hace que cientos de miles de seres humanos lloren la pérdida de sus familiares, sus propiedades y sus derechos humanos elementales. A pesar de las enormes dificultades que han surgido, vuestro país se ha convertido en un puerto seguro para muchos refugiados, y con gran generosidad procuráis aliviar su dolor y su tristeza.

Al expresaros a vosotros y a vuestros compatriotas mi aprecio y el de la Iglesia por todo lo que estáis haciendo, hago un nuevo y apremiante llamamiento a los responsables para que pongan fin a la violencia y busquen un diálogo abierto y sincero, destinado a crear una base justa y duradera para un acuerdo y para la paz. Pido fervientemente a Dios que, gracias a la intercesión de los dos santos hermanos, toda la región redescubra la comunión fraterna de todos sus pueblos, para que, cuando terminen la violencia y la destrucción actuales, sea para el resto de Europa y para el mundo un claro ejemplo de coexistencia justa y pacífica, en el respeto mutuo y en la libertad.

Queridos amigos, espero que vuestra peregrinación os infunda fuerza y valor en el servicio al bien común de vuestro pueblo. Dios bendiga a vuestro país y a sus habitantes.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.23, p.6 (p.298).

 



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