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SALUDO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL GIRO DE ITALIA


 Viernes 12 de mayo de 2000

 

Ilustres señores y gentiles señoras;
queridos organizadores, promotores y participantes en el Giro de Italia:
 

1. Me alegra acogeros en vísperas del comienzo de la popular vuelta ciclista, en la que desde mañana muchos de vosotros seréis protagonistas por las carreteras de la península. A la vez que os doy a todos mi más cordial bienvenida, agradezco de modo especial al doctor Cesare Romiti y al doctor Cándido Cannavò las amables palabras que han querido dirigirme en nombre de los presentes y con las que han evocado ideales y valores que animan esta gran manifestación deportiva.

Saludo en particular a los participantes en la carrera ciclista de la Virgen de Ghisallo, que han venido a Roma con ocasión del inicio del Giro de Italia, para recordar el quincuagésimo aniversario de la proclamación, por parte de mi venerado predecesor Pío XII, de la santísima Virgen de Ghisallo como patrona principal de los ciclistas italianos.

La estima, el interés y la admiración que vuestra histórica carrera ciclista despierta desde siempre, no sólo entre los aficionados del deporte, sino también entre los informadores de prensa, radio y televisión, así como entre la gente común, han convertido al Giro de Italia en una manifestación de gran relieve deportivo y gran impacto social en la historia y en las costumbres italianas.

2. La edición de este año, al coincidir con el gran jubileo del año 2000, adquiere un significado especial. Como nos acaban de recordar oportunamente, el Giro de Italia saldrá de Roma, y su primera etapa terminará en la plaza de San Pedro. Por tanto, se podría decir que la fracción de mañana no sólo es el "prólogo" del Giro de Italia, sino que también constituye una "primera etapa" del jubileo de los deportistas que, Dios mediante, tendremos la alegría de celebrar juntos el último domingo de octubre en el estadio Olímpico.

Este enlace entre manifestaciones deportivas y celebraciones jubilares contribuye a poner de relieve la relación que debe unir siempre la actividad deportiva y los valores espirituales. Más aún, debe constituir una importante oportunidad de reflexión y renovación, para que el deporte resplandezca con las características de limpieza, coherencia, honradez y comunión que hacen de él uno de los vehículos significativos de altos valores de humanidad.

En efecto, toda actividad deportiva, tanto en el ámbito aficionado como en el profesional, requiere dotes humanas de fondo, como el rigor en la preparación, la constancia en el entrenamiento, la conciencia de los límites de la capacidad de la persona, la lealtad en la competición, la aceptación de reglas precisas, el respeto al adversario, y el sentido de solidaridad y de altruismo. Sin estas cualidades el deporte se reduciría a un simple esfuerzo y a una discutible manifestación de fuerza física sin alma.

3. También la legítima búsqueda de medios técnicos cada vez más eficaces y adecuados a las condiciones de la carrera debe ponerse siempre al servicio de la persona del atleta y no viceversa, evitando riesgos inútiles o dañosos para los deportistas o los espectadores.

La actividad deportiva, cuando se vive y se interpreta de modo correcto, constituye una singular expresión de las mejores energías interiores del hombre y de su capacidad de superar las dificultades y proponerse metas por conquistar mediante el sacrificio, la generosidad y la constancia al afrontar los esfuerzos de la competición.

En todo esto sirven de ejemplo las nobles figuras de atletas que han engrandecido el deporte del ciclismo en Italia y en el mundo. En este momento el pensamiento se dirige espontáneamente a Gino Bartali, que falleció recientemente, gran figura de deportista, ciudadano ejemplar y creyente convencido. Su ejemplo sigue siendo para todos un punto  de referencia de cómo se puede practicar el deporte con gran vigor humano y espiritual, convirtiéndolo en una luminosa expresión de los más altos valores de la existencia y de la convivencia social.

4. Queridos amigos, a todos vosotros, que os disponéis a comenzar el Giro de Italia, os deseo que viváis este importante acontecimiento deportivo animados por una auténtica "deportividad", es decir, por un gran espíritu de lucha, pero también por un fuerte espíritu de solidaridad y comunión.
Que os guíe y asista la protección celestial de María, a la que está dedicado de modo particular el mes de mayo y a la que invocáis como vuestra especial patrona con el hermoso título de Virgen de Ghisallo. Os acompañe también mi bendición, que os imparto con afecto a todos vosotros, aquí presentes, a los organizadores y a cuantos participen en la manifestación ciclista, así como a toda la gran familia deportiva del Giro de Italia.

 



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