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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL FINAL DEL CONCIERTO OFRECIDO
POR LA ORQUESTA FILARMÓNICA DE LONDRES
CON OCASIÓN DE SU 80 CUMPLEAÑOS


Jueves 18 de mayo de 2000

 

Ilustres señores y gentiles señoras;
amadísimos hermanos y hermanas:
 

1. Gracias  por  este  concierto que me habéis ofrecido, con ocasión de mi 80° cumpleaños. Con él concluye una jornada que para mí ha estado marcada por un profundo agradecimiento al Señor por el inestimable don de la vida y por las numerosas gracias con las que ha querido enriquecerla.

Me dirijo con afecto, en primer lugar, a los organizadores y a los músicos que, con este concierto, han deseado expresarme sus sentimientos de estima y sus buenos deseos. Doy las gracias sinceramente al director, maestro Gilbert Levine, que ha interpretado con hondo sentimiento la partitura de "La creación", la obra maestra de Joseph Haydn, y ha dirigido con intensidad artística a los solistas, a los músicos y al coro de la orquesta filarmónica. Doy las gracias a los músicos y a los cantantes, así como a quienes han contribuido al éxito de este concierto.

Dirijo mi respetuoso saludo a las autoridades y a los eclesiásticos presentes. En particular, deseo saludar a las ilustres personalidades de la comunidad judía y a los representantes de las demás Iglesias y comunidades eclesiales, que han querido unirse amablemente a todos los que, en esta fiesta, han estado cerca de mí con su oración y con sus amables felicitaciones.

2. La espléndida ejecución de las dos primeras partes del Oratorio de Joseph Haydn nos ha permitido contemplar con alegría y emoción la narración bíblica de la creación, propuesta, a través del poder evocador de las palabras del texto sagrado y de la poesía, con la mediación del lenguaje arcano y universal de la música. Así, inmersos en esa narración, hemos podido participar en la alegría expresada por los coros de alabanza al Señor, y todos nos hemos sentido hijos del mismo Dios Creador. "Los cielos cuentan la gloria de Dios; la obra de sus manos anuncia el firmamento".
¡Qué fuerte llamada a la trascendencia de Dios, al carácter sagrado y a la grandeza de la creación!

Este solemne fresco musical ha propuesto, a través de la transparencia de los sonidos y la belleza del texto, el alba de la creación. La narración se desarrolla según el ritmo de los seis días que marcaron la aparición de la luz ―cuando se retira "el caos y nace el orden"―, del cielo y de la tierra, de las cosas y las criaturas vivas.

Sin embargo, el genio artístico de Joseph Haydn, volviendo a proponer con fuerza y belleza el relato bíblico, subraya que el ápice de la creación es la aparición del hombre:  "Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Les infundió el soplo vital y el hombre se convirtió en ser viviente". La conclusión no puede ser más que un himno de alabanza:  "La obra magnífica ha terminado. Que nuestro canto glorifique al Señor. Él sólo es el Altísimo".

3. Hermanos y hermanas, gracias por habernos ofrecido esta singular experiencia de meditación espiritual y estética sobre el misterio de la creación, en el que se funda la certeza de nuestro origen común. Deseo que, a través del arte y la música, también en nuestro tiempo se mantengan siempre vivos la atención al hombre y el respeto a la naturaleza.

Ojalá que la reflexión sobre el origen común contribuya también a que cada uno redescubra los profundos vínculos de fraternidad que derivan del hecho de que todos somos hijos del único Dios, Creador del cielo y de la tierra. A su amor de Padre os encomiendo a vosotros, aquí presentes, a los promotores y a los organizadores, a los artistas y a los intérpretes de esta manifestación, invocando sobre cada uno la bendición divina.

 



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