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AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA PEREGRINACIÓN JUBILAR DE LOS DEVOTOS DE SANTA RITA DE CASIA
Y A LA DE LA FEDERACIÓN ITALIANA DE LOS CABALLEROS DEL TRABAJO


 Sábado 20 de mayo de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra daros una cordial bienvenida y manifestaros mi alegría por el singular acontecimiento que nos ha congregado aquí. Habéis venido en gran número para realizar vuestra peregrinación a Roma y cruzar la Puerta santa del gran jubileo. Saludo al cardenal Sodano, secretario de Estado.

Saludo al querido monseñor Riccardo Fontana, arzobispo de Spoleto-Nursia, y le agradezco las palabras y la felicitación que me ha expresado en vuestro nombre. Saludo al cardenal Opilio Rossi, al patriarca armenio y a todos los obispos presentes. Saludo a los padres generales, a los religiosos y a las monjas de la orden de san Agustín, así como a las autoridades presentes, de todo orden y grado. Vuestra presencia me trae a la memoria el viaje que realicé hace veinte años al municipio de Casia, para visitar a las poblaciones damnificadas por el terremoto de 1979.

Entre nosotros se encuentra hoy una peregrina ilustre que, desde el cielo, se une a nuestra oración. Es santa Rita de Casia, cuyos restos mortales, transportados a Roma por la policía italiana, acompañan a la muchedumbre de devotos que la invocan con afectuosa familiaridad y le manifiestan con confianza los problemas y las angustias que afligen su corazón.

Es como si el santuario de Casia se hubiera trasladado hoy a la plaza de San Pedro. Y vosotros, queridos peregrinos, habéis venido de todo el mundo para venerarla. Junto con ella queréis renovar al Papa, como hizo ella cuando vivía, vuestros sentimientos más profundos de fidelidad y comunión.

Los restos mortales de santa Rita, que hoy veneramos aquí, constituyen un testimonio significativo de la obra que el Señor realiza en la historia, cuando encuentra corazones humildes y disponibles a su amor. Vemos el cuerpo frágil de un mujer pequeña de estatura, pero grande por su santidad, que vivió con humildad y ahora es conocida en todo el mundo por su heroica existencia cristiana de esposa, madre, viuda y monja. Enraizada profundamente en el amor de Cristo, Rita encontró en su fe inquebrantable la fuerza para ser mujer de paz en todas las circunstancias.

En su ejemplo de abandono total a Dios, en su sencillez transparente y en su granítica adhesión al Evangelio también nosotros podemos encontrar las indicaciones oportunas para ser cristianos auténticos en estos albores del tercer milenio.

2. Pero ¿cuál es el mensaje que nos transmite esta santa? Es un mensaje que brota de su vida:  la humildad y la obediencia fueron el camino que Rita recorrió hacia una asimilación cada vez más perfecta con Cristo crucificado. El estigma que brilla en su frente es la autenticación de su madurez cristiana. En la cruz con Jesús culminó el amor que ya había conocido y expresado de modo heroico en su hogar y mediante la participación en las vicisitudes de su ciudad.

Siguiendo la espiritualidad de san Agustín, se hizo discípula del Crucificado y "experta en sufrimiento", aprendió a comprender las penas del corazón humano. De este modo, Rita se convirtió en abogada de los pobres y los desesperados, obteniendo innumerables gracias de consuelo y fortaleza a quien la ha invocado en las más diversas situaciones.

Rita de Casia fue la primera mujer canonizada durante el gran jubileo de comienzos del siglo XX, el 24 de mayo de 1900. Al decretar su santidad, mi predecesor León XIII observó que había agradado tanto a Cristo, que él quiso recompensarla con el signo de su caridad y de su pasión. Le fue otorgado este privilegio por su humildad singular, por su desapego interior de los deseos terrenos y por su admirable espíritu penitencial, que acompañaron cada momento de su vida (cf. bula Umbria gloriosa sanctorum parens, Acta Leonis XIII, XX, pp. 152-153).

3. Me complace hoy, cien años después de su canonización, volver a proponerla como signo de esperanza, especialmente a las familias. Queridas familias cristianas, imitando su ejemplo, encontrad también vosotras en la adhesión a Cristo la fuerza para cumplir vuestra misión al servicio de la civilización del amor.

Si preguntáramos a santa Rita cuál fue el secreto de esta extraordinaria obra de renovación social y espiritual, nos respondería:  la fidelidad al Amor crucificado. Rita, con Cristo y como Cristo, llegó a la cruz siempre y sólo por amor. Por eso, como ella, dirijamos nuestra mirada y nuestro corazón a Jesús, muerto en la cruz y resucitado por nuestra salvación. Él, nuestro Redentor, es quien hace posible, como hizo con esta querida santa, la misión de unidad y fidelidad propia de la familia, incluso en los momentos de crisis y dificultad. También es él quien hace concreto el compromiso de los cristianos en favor de la construcción de la paz, ayudándoles a superar los conflictos y las tensiones, por desgracia tan frecuentes en la vida diaria.

4. La santa de Casia es una de las numerosas mujeres cristianas que "han incidido significativamente tanto en la vida de la Iglesia como en la sociedad" (Mulieris dignitatem, 27). Rita interpretó bien el "genio femenino":  lo vivió intensamente, tanto en la maternidad física como en la espiritual.

En el sexto centenario de su nacimiento, recordé que su lección "se concentra en estos elementos típicos de espiritualidad:  el ofrecimiento del perdón y la aceptación del sufrimiento, no en una forma de resignación pasiva (...) sino por la fuerza de aquel amor hacia Cristo que precisamente en el episodio de la coronación (...) soportó, junto a otras humillaciones, una parodia atroz de su realeza" (Carta al arzobispo de Espoleto, 10 de febrero de 1982:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1982, p. 18).

Amadísimos hermanos y hermanas, la devoción a santa Rita en el mundo está simbolizada por la rosa. Es de esperar que también la vida de todos sus devotos sea como la rosa recogida en el jardín de Roccaporena durante el invierno anterior a la muerte de la santa. En otras palabras, que sea una vida animada por el amor apasionado al Señor Jesús; una existencia capaz de responder al sufrimiento y a las espinas con el perdón y la entrega total de sí, para difundir por doquier el buen olor de Cristo (cf. 2 Co 2, 15), mediante el anuncio coherente y vivido del Evangelio. A cada uno de vosotros, queridos devotos y peregrinos, santa Rita os entrega su rosa:  al recibirla espiritualmente, comprometeos a vivir como testigos de una esperanza que no defrauda, y como misioneros de la vida que vence a la muerte.

5. Dirijo ahora mi saludo cordial a los socios de la Federación nacional italiana de los Caballeros del trabajo, que han acudido a Roma para celebrar su jubileo. Os doy a todos mi bienvenida.

Queridos hermanos, vuestra actividad está al servicio de la elevación económica y social de los trabajadores. Os deseo que, gracias a vuestro esfuerzo, contribuyáis constantemente al bien común, a la formación de los jóvenes que se insertan en el mundo de la producción, a la progresiva eliminación de las diferencias injustas, y a la solución del preocupante problema del desempleo.

Ante los rápidos cambios que afectan a la sociedad moderna, estad dispuestos a afrontar los desafíos actuales de la economía y la globalización, sin perder jamás de vista los valores fundamentales de la dignidad del hombre, de la solidaridad para con los más débiles, de la humanización del esfuerzo y de la índole social del trabajo.

6. Amadísimos hermanos y hermanas, invoco sobre vosotros la protección de María, en este mes dedicado particularmente a ella. Que por su intercesión, y por la de santa Rita y san Benito, se os concedan todas las gracias necesarias a vosotros y a vuestros seres queridos. Con este fin, os aseguro mi oración, al mismo tiempo que os bendigo de corazón a todos.

 



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