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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UNA DELEGACIÓN ENVIADA POR EL PATRIARCA DE CONSTANTINOPLA


Jueves 29 de junio de 2000

 

"Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Ef 1, 2).

Venerables hermanos: 

1. Con gran alegría doy las gracias a Su Santidad el patriarca ecuménico Bartolomé I y al santo Sínodo por haberos enviado a Roma con ocasión de la fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Vuestra presencia acrecienta la alegría de la Iglesia de Roma mientras celebra a sus santos patronos. El intercambio de visitas entre Roma y Constantinopla para nuestros respectivos días de fiesta se ha convertido en una tradición, y nos ayuda a mantener contactos ecuménicos con espíritu de oración y consulta fraterna.

Con motivo de la fiesta de san Andrés de 1979, tuve la posibilidad de visitar el patriarcado ecuménico y confirmar el deseo de la Iglesia católica de continuar por el camino que, con la fuerza del Espíritu Santo, llevará a la unidad entre todos los que invocan al Dios trino y confiesan a Jesús como Señor y Salvador. Con ocasión de la fiesta de san Pedro y san Pablo de 1995, tuve el privilegio de recibir en Roma a Su Santidad Bartolomé I, y, como los hermanos Pedro y Andrés, nos animamos mutuamente en el seguimiento de Cristo, "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6).

2. Nuestro encuentro de hoy tiene lugar durante la celebración del Año jubilar. Aprovecho esta ocasión para expresar mi profunda gratitud al patriarcado ecuménico por haber enviado delegaciones a los dos principales acontecimientos ecuménicos del calendario romano del año 2000, a saber, la solemne apertura de la Puerta santa de la basílica de San Pablo extramuros y la conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX. Por su parte, la Iglesia de Roma responde de buen grado a la invitación de Su Santidad el patriarca a celebrar una vigilia de oración como preparación para la fiesta de la Transfiguración del Señor.

El corazón del Año jubilar es la llamada universal a la reconciliación y a la paz. Juntos los cristianos católicos y ortodoxos debemos crear un futuro de cooperación y amor fraterno más intensos, que nos lleve a la comunión plena, que el Señor quiere para nosotros. Las palabras proféticas del Papa Pablo VI y del patriarca Atenágoras I en su declaración conjunta de 1967 deberían impulsarnos constantemente:  "El espíritu que debe inspirar estos esfuerzos es el espíritu de lealtad a la verdad y de entendimiento recíproco, con el deseo eficaz de evitar las ofensas del pasado y cualquier forma de dominio espiritual e intelectual" (Tomos agapis, n. 195).

3. En la búsqueda de relaciones más fraternas entre las Iglesias, se siente en todo momento la importancia de una purificación de la memoria. Los hechos trágicos de la historia han dejado un triste legado en las mentes y en la psicología de católicos y ortodoxos. Encomiendo a la misericordia de Dios todas las acciones que van contra su voluntad, de las que han sido responsables los hijos e hijas de la Iglesia católica. Ojalá que escribamos juntos, en el tercer milenio cristiano, una nueva historia, con espíritu de amor fraterno, respeto y cooperación.

4. Dentro de pocos días la Comisión mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas celebrará su sesión plenaria. Acompañaré los trabajos de la comisión con mis oraciones. Deseo ardientemente que el diálogo reanude su curso normal con nueva energía y mayor empeño.

Queridos hermanos, os agradezco una vez más vuestra visita y os pido que transmitáis a Su Santidad el patriarca y al santo Sínodo mis sentimientos de profunda estima y respeto. Que el Señor nos conceda crecer siempre en el amor mutuo. Que él guíe nuestros pasos por el camino de la comunión plena.

 



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