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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS JUBILARES


Sábado 28 de octubre de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido de varias partes de Italia con ocasión del jubileo. Ojalá que este itinerario de gracia os proporcione fuerza e intrepidez para adheriros fielmente al Evangelio, convirtiéndoos en auténticos servidores de Cristo, camino, verdad y vida. Agradezco de corazón al señor cardenal Camillo Ruini las palabras que ha pronunciado en nombre de los numerosos obispos presentes esta mañana, interpretando sus sentimientos, así como los de sus fieles, aquí reunidos, y de los miles de alumnos que participan en la manifestación organizada por la Federación de institutos dependientes de las autoridades eclesiásticas (FIDAE).

Saludo con afecto, en primer lugar, a los peregrinos diocesanos provenientes de Basilicata y acompañados por sus respectivos obispos, monseñor Ennio Appignanesi, monseñor Antonio Ciliberti, monseñor Michele Scandiffio, monseñor Rocco Talucci, monseñor Vincenzo Cozzi y monseñor Salvatore Ligorio. A cada uno de ellos le expreso mi afecto fraterno. Amadísimos fieles, habéis querido participar todos en la celebración jubilar en Roma, implicando también a las instituciones provinciales, municipales y, de modo particular, a vuestra región. Sé que esta ha contribuido generosamente a la acogida de los peregrinos y ha apoyado importantes iniciativas religioso-culturales y misioneras relacionadas con los acontecimientos jubilares. Ojalá que vuestra peregrinación jubilar sea para todos ocasión de un encuentro personal con Cristo. Abríos confiadamente a él, único Salvador del mundo, y recibiréis la alegría verdadera. Escuchadlo y seguidlo:  os llama a ser miembros vivos de su Iglesia, templos luminosos de su Espíritu de amor.

2. Saludo, asimismo, a los peregrinos de la archidiócesis de Siena-Colle di Val d'Elsa-Montalcino, acompañados por el arzobispo, monseñor Gaetano Bonicelli. Queridos hermanos, hoy vuestra peregrinación jubilar a la tumba de los Apóstoles está guiada, en cierto sentido, por la figura y el ejemplo de santa Catalina, copatrona de Italia y de Europa, cuya imagen, esculpida en mármol, resplandece a partir de ahora en un nicho externo de la basílica vaticana, significando su intensa devoción a Pedro y a sus Sucesores. Seguid el itinerario espiritual de vuestra gran paisana, cuya vida fue un crecimiento progresivo en el conocimiento de Cristo y en la entrega a él. Que su testimonio os ayude a descubrir cada vez más, día a día, vuestra vocación cristiana y a responder a ella con esfuerzo generoso.

3. Me alegra también dirigir un cordial saludo a los fieles de la archidiócesis de Fermo, encabezados por su arzobispo, monseñor Gennaro Franceschetti. En esta última parte del jubileo, tiempo fuerte del amor misericordioso del Padre, deseo de corazón que cada uno de vosotros esté cada vez más animado por el celo apostólico y difunda, con su ejemplo, el mensaje evangélico. Os animo a encontrar en la oración, de modo particular en la celebración eucarística, la fuerza para participar activamente en la vida de vuestras comunidades cristianas. Todo discípulo del Señor está llamado a desempeñar su papel en la construcción de la Iglesia.

4. Mi saludo se dirige ahora a los fieles de la archidiócesis de Amalfi-Cava dei Tirreni, que han acudido aquí guiados por su pastor, monseñor Orazio Soricelli. Durante el camino de este Año jubilar os habéis comprometido en un significativo itinerario pastoral, rico en iniciativas apostólicas. Queridos hermanos, no desaprovechéis los copiosos frutos espirituales recogidos; por el contrario, esforzaos por participar de manera activa y responsable en la misión evangelizadora de la Iglesia. Acoged el mensaje exigente y liberador del Evangelio, y haced resonar siempre la buena nueva con vuestras palabras, pero, sobre todo, con vuestro testimonio de vida.

5. Saludo también a los peregrinos de la diócesis de Rímini, acompañados por su obispo, monseñor Mariano De Nicolò. Recordando con agrado mi visita pastoral de 1982, que culminó en la santa misa que celebré en la gran explanada del puerto, os renuevo mi invitación a meditar en las responsabilidades que derivan de la vocación turística del territorio de vuestra diócesis. Comprometeos a infundir un alma al turismo, y proponed continuamente a todos el mensaje cristiano, defendiendo los grandes valores de la vida, de la familia y del carácter sagrado del día del Señor.

6. Me dirijo ahora a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Tívoli, que habéis venido junto con vuestro obispo, monseñor Pietro Garlato. Sé que os estáis preparando para vivir una especial misión diocesana. Esta iniciativa, puesta casi al término de las celebraciones del gran jubileo, constituye una significativa ocasión para hacer fructificar los dones de gracia suscitados por los acontecimientos jubilares que se han sucedido durante este año. Que cada creyente sea un intrépido evangelizador en el ambiente en que vive.

7. Mi saludo va ahora a los fieles provenientes de la diócesis de Latina-Terracina-Sezze-Priverno, y a su pastor, monseñor Giuseppe Petrocchi. Queridos hermanos, recuerdo con agrado mi visita a vuestra tierra, en el año 1991, con ocasión del centenario del nacimiento de santa María Goretti, patrona de todo el Agro Pontino. El ejemplo de su adhesión a Cristo mediante el ejercicio continuo de las virtudes cristianas es siempre válido y actual, también en el tercer milenio. Imitad su coherencia y su valentía en las opciones diarias, dando una respuesta sincera a la llamada común a la santidad.

8. Saludo, asimismo, a los alumnos de institutos de diversas partes de Italia, en particular a los numerosos participantes en el tradicional encuentro de las escuelas católicas de Roma y del Lacio. Amadísimos alumnos, profesores y padres, sed bienvenidos. Ha transcurrido un año desde la gran manifestación del 30 de octubre de 1999, cuando, en esta plaza, se reunió una gran multitud de representantes de las escuelas católicas italianas. Al respecto, no puedo olvidar al principal organizador de aquella manifestación, el hermano Giuseppe Lazzaro, que ha fallecido prematuramente. Al recordar su generosa y ferviente actividad en el mundo de la escuela, como presidente de la FIDAE del Lacio, y su esfuerzo por sostener la paridad escolar católica, elevo al Señor una especial oración de sufragio por su alma bendita.

La escuela, especialmente la escuela católica, que es encrucijada de las problemáticas de la vida social y cultural del país, debe interesarse por las preguntas y las incertidumbres, pero también por las energías positivas y las aspiraciones que animan a los jóvenes. Queridos responsables de la escuela en general y de la escuela católica en especial, vuestra tarea consiste en ofrecerles válidos y auténticos puntos de referencia culturales y formativos, ayudándoles a ser siempre discípulos de la verdad. Al mismo tiempo que espero que se reconozca plenamente a la escuela católica el lugar que le corresponde en la vida social y civil de la nación, os deseo a todos vosotros que sigáis trabajando en el campo educativo y formativo con confianza perseverante, con competencia y con renovada esperanza.

9. Saludo cordialmente a los miembros de la Asociación mundial de gastronomía "La cadena de los asadores". Que vuestro encuentro en Roma sea ocasión para estrechar los vínculos de amistad y solidaridad, y para vivir con todos los peregrinos una etapa jubilar. Os imparto mi bendición apostólica.

Quiero expresar mi cordial saludo también a los peregrinos de lengua española venidos para participar en esta celebración jubilar. Os aliento a seguir creciendo en vuestra fe y a ser siempre testigos del amor misericordioso de Dios, manifestado en Cristo muerto y resucitado. Que Dios os conceda las gracias jubilares.

10. Un afectuoso saludo va, por último, a las diversas comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los demás grupos de peregrinos, en particular, a los representantes de Ina-Assitalia y al Colegio de peritos industriales. Os deseo a cada uno que esta experiencia jubilar sea estímulo eficaz de caridad, justicia y paz, para contribuir a la renovación en Cristo de las comunidades cristianas y de todos los ambientes de vida.

Invocando la intercesión materna de María, Madre de la Iglesia, imparto de corazón a todos los presentes la bendición apostólica.

 



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