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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS JUBILARES


Sábado 25 de noviembre de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os saludo con afecto a todos vosotros, que habéis venido para vuestra celebración jubilar ante la tumba de san Pedro, en la víspera de la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Según las imágenes del Apocalipsis, Cristo es "el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin" (Ap 22, 13). Como verdadero "Rey del universo", lo gobierna y renueva todo, para poder "entregar" al final el mundo al Padre, "para que Dios sea todo en todos" (1 Co 15, 28). Queridos hermanos, venís hoy a encomendarle a él nuevamente vuestra vida. Procurad que su realeza se manifieste en vuestro esfuerzo por vivir las realidades del mundo transfigurándolas con el amor y la alabanza a Dios.

Saludo cordialmente ahora al cardenal vicario Camillo Ruini, que ha celebrado la eucaristía, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo, asimismo, a los obispos y a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas presentes.

2. Os saludo también a los que realizáis la peregrinación de los empleados de varios organismos constitucionales de la República italiana: la presidencia de la República y la del Consejo de ministros, el Senado de la República, la Cámara de diputados y el Tribunal de cuentas. Os saludo a todos cordialmente. Hace poco, en el jubileo de los gobernantes, los parlamentarios y los políticos, exalté la nobleza de la política, reafirmando la exigencia de vivirla con una dimensión espiritual, marcada por la competencia y la moralidad. Me alegra dirigirme hoy a vosotros, que colaboráis en la obra de los políticos y los gobernantes. Con vuestro servicio estable en el seno de las instituciones, estáis llamados a garantizarles continuidad, talante profesional y elevación moral.

3. En realidad, vuestro trabajo supera los confines de vuestras oficinas, contribuyendo al funcionamiento global de un aparato institucional que es de suma importancia para el bien común. A esto tiende, ante todo, el servicio prestado a la unidad de la nación por la presidencia de la República y el de gobierno ejercido por la presidencia del Consejo de ministros. De igual importancia es el papel del Senado de la República y de la Cámara de diputados en la realización de la función legislativa, así como el papel de garantía que desempeña el Tribunal constitucional con vistas a la conformidad de las leyes con la charta magna de la República, y el de control sobre la gestión de las finanzas públicas que lleva a cabo el Tribunal de cuentas.

Al trabajar en sectores tan prestigiosos, en cierto modo sois personas privilegiadas. Sin embargo, es fácil intuir que en vuestro ámbito profesional tampoco faltan las dificultades y los desafíos. En el vuestro, como en cualquier otro sector humano, la realidad diaria está siempre lejos del ideal, y a veces quizá también vosotros, llevados por la desconfianza, sentís la tentación de abandonaros a la rutina. ¡No cedáis a esta tentación! Realizad siempre con esmero incluso el trabajo más burocrático. Mirad siempre a las personas, sus problemas y sus sufrimientos, aunque debáis ocuparos de ellas sólo mediante documentos o cifras, artículos de códigos y áridos reglamentos. Haced de vuestro trabajo un espacio de verdadera humanidad y una ocasión de perfeccionamiento moral. Un discípulo de Cristo jamás ha de acomodarse en la mediocridad: todo trabajo puede ser camino de santidad.

4. Entre las virtudes que deben brillar en vosotros figura sin duda la lealtad a las instituciones, a las que estáis llamados a servir teniendo muy en cuenta el primado de Dios: "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mc 12, 17).

Este luminoso principio evangélico ha orientado a la Iglesia desde sus orígenes, impulsándola a mostrar gran respeto por las instituciones civiles. En ellas, y en los hombres que asumen su responsabilidad, se ha de ver un signo de la presencia de Dios, que guía los acontecimientos de la historia. "Omnis potestas a Deo" (Rm 13, 1): todo poder viene de Dios. En esto se basa el deber de acatamiento a las leyes y a quienes ejercen la autoridad.

Sin embargo, todo se debe someter a la soberanía de Dios, hasta el punto de que en ningún caso puede llegar a ser obligatorio lo que se opone a su ley. El cristiano debe ser firme testigo de este principio, yendo, cuando sea necesario, "contra corriente". En ese caso encontrará apoyo en la fuerza de la oración. Como la primera comunidad de Roma, a comienzos del siglo II, los creyentes invocan la ayuda divina para cuantos están investidos de responsabilidades públicas, a fin de que el Señor dirija sus decisiones según lo que es bueno y agradable a sus ojos (cf. Primera Carta de san Clemente a los Corintios, LXI, 1).

5. Os saludo ahora a vosotros, queridos trabajadores del sector del transporte, empleados de la Empresa de tranvías y autobuses del ayuntamiento de Roma (ATAC) y de otras empresas del Lacio y de toda Italia. Vuestra realidad es vasta, con una extensa red de servicios que os comprometen a diario en favor de los ciudadanos. Además, en este año del gran jubileo merecéis particularmente nuestra gratitud por la acogida prestada a los numerosos peregrinos: os lo agradezco de corazón.

El transporte público, en las actuales condiciones de intercambios más intensos de personas y de tráfico a menudo caótico, está destinado a desempeñar un papel de creciente importancia. Desde el punto de vista ecológico y humano, existe una difundida exigencia de asegurar un mejor nivel de vida a nuestras ciudades. Es necesario evitar que nuestros paisajes se vean alterados o contaminados ulteriormente, y salvaguardar la dimensión humana de las ciudades. ¿Y no depende todo esto del modo como se organiza el transporte? Por lo demás, no hace falta demostrar la importancia que tiene esto para Roma, por su doble papel de capital de Italia y de centro de la cristiandad.

En efecto, tanto los peregrinos como los turistas, que vienen desde lejos, antes de sumergirse en la historia de Roma, en su arte y en su significado religioso, por lo general se encuentran con vosotros. Vuestra disponibilidad, cordialidad y eficiencia es como una tarjeta de presentación de la "ciudad eterna".

Ciertamente, es fácil imaginar las dificultades que hacen pesado vuestro servicio. A pesar de todo, esforzaos por prestarlo como un verdadero acto de amor. Precisamente a ello os comprometéis, abriendo vuestro corazón a la gracia jubilar que Cristo os da hoy. Sed para las personas que transportáis otros "cristóforos", portadores de Cristo, que quiere que lo encontremos y lo tratemos con amor en cada persona, especialmente en los más pobres (cf. Mt 25, 35).

6. Me agrada saludar ahora al grupo de fieles del círculo de la agencia ANSA. Es conocido el papel de vuestra agencia en el panorama de la información. Vuestra presencia me impulsa a invocar al Señor para que ilumine a cuantos trabajan en este sector y les ayude a prestar del mejor modo posible su servicio, hoy particularmente difícil y lleno de responsabilidad, por las condiciones generales del sistema de los medios de comunicación social y la influencia a menudo exagerada ejercida por pocos y grandes gestores del poder informativo.

Por último, doy mi bienvenida a los otros numerosos grupos presentes: grupos parroquiales, escolares y asociaciones de diferentes tipos y de diversa proveniencia. Queridos hermanos, os deseo que viváis este jubileo como un momento de conversión y renovación interior. Cristo os pide que os adhiráis con más fuerza a su Evangelio y que lo traduzcáis en un testimonio coherente. ¡Confiad en él! Ante las "sirenas" atractivas de una cultura que, alejándose de él, promete en vano felicidad verdadera y duradera, decidle con la convicción del apóstol san Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68).

María, Madre de la Iglesia, nos obtenga que Cristo, Rey del universo, sea el Rey de nuestro corazón, de nuestras familias y de nuestras comunidades. En el nombre del Señor, os bendigo a todos.

 



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