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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS ALUMNOS Y PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD GREGORIANA
EN EL 45O ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN


Viernes 6 de abril de 2001

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra daros hoy mi cordial bienvenida y os agradezco esta visita, que habéis deseado hacerme con ocasión del 450° aniversario de la fundación del Colegio Romano, cuya feliz y providencial continuación es la Universidad Gregoriana. Este encuentro constituye para vosotros ―profesores, estudiantes, bienhechores y amigos de este Centro académico romano― una ocasión para reafirmar vuestra fidelidad al Vicario de Cristo. Brinda al Papa la oportunidad para manifestaros profundo aprecio y animaros a proseguir en el empeño con que cumplís vuestra misión peculiar en la Iglesia.

Saludo, en primer lugar, al señor cardenal Zenon Grocholewski, vuestro gran canciller, al que agradezco las palabras que me ha dirigido, interpretando vuestros sentimientos comunes. Saludo, asimismo, a los obispos que han querido compartir este momento de alegría y agradecimiento. Dirijo un cordial saludo al padre Peter-Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús y vice gran canciller, y al rector magnífico, padre Franco Imoda. Saludo igualmente a los ilustres profesores, cuya presencia confiere particular solemnidad a este encuentro.

Por último, deseo saludaros en especial a vosotros, amadísimos alumnos, que os habéis expresado a través de vuestro representante, al que también doy las gracias. Con vuestra multiforme proveniencia, enriquecéis la dimensión universal de esta "Alma Mater". En ella os preparáis para servir al pueblo de Dios y para ser protagonistas atentos y audaces de la vida de vuestras diócesis y de vuestras familias religiosas.

2. El primer sentimiento que brota del corazón en esta circunstancia tan feliz es una sentida y profunda acción de gracias al Señor por el secular servicio que vuestra universidad presta a la causa del Evangelio.

Desde el principio, san Ignacio de Loyola concibió vuestra venerada institución como "universitas omnium gentium", operante en Roma, junto al Vicario de Cristo, unida a él con estrechos vínculos de fidelidad, y al servicio de las Iglesias de todo el mundo. Asignó al entonces Colegio Romano la tarea de promover la reflexión razonada y sistemática sobre la fe para favorecer la correcta predicación del Evangelio y la causa de la unidad católica, en un marco social caracterizado por graves divisiones y preocupantes gérmenes de disgregación.

Desde los primeros años, la intuición de san Ignacio resultó providencial. Con el cambio de los tiempos y de las situaciones, el servicio de la Universidad Gregoriana, gracias a la presencia de ilustres investigadores y profesores, ha llegado a ser cada vez más influyente y relevante. Actualmente la frecuentan más de tres mil cuatrocientos alumnos, procedentes de ciento treinta países, y está articulada en facultades y especializaciones, que responden a las renovadas exigencias del estudio de la Revelación y de la tradición católica, en un diálogo fecundo y atento con el mundo científico contemporáneo.

Por tanto, este importante aniversario constituye una ocasión propicia para examinar el camino recorrido, que se identifica, en gran parte, con la historia de la evangelización y de la defensa de la fe católica en los últimos siglos.

3. Ante los desafíos de la sociedad actual, este es el momento para dar un nuevo impulso a vuestra institución. Es la ocasión para reafirmar una fidelidad total a la intuición ignaciana y poner en marcha una renovación valiente, a fin de que el recuerdo del pasado no se limite a la contemplación de lo ya hecho, sino que llegue a ser compromiso para el presente y profecía para el futuro.

El Señor, que siempre ha guiado vuestros pasos, os repite hoy: "Duc in altum  Remad mar adentro". Seguid siendo ―parece añadir― instrumento privilegiado del anuncio de mi Evangelio a los hombres y mujeres del tercer milenio. Queridos hermanos, podréis realizar esta misión en la medida en que sepáis conservar intacta la fidelidad a vuestro carisma.

En efecto, la identidad específica de vuestro Centro académico y su vínculo estructural con la Compañía de Jesús os impulsan a reafirmar algunas orientaciones de fondo, que siempre han guiado vuestra actividad.

Desde el inicio, vuestra universidad ha tenido como objetivo fundamental la "reflexión razonada y sistemática sobre la fe", estimulada tanto por la especial relación de obediencia filial que la vincula a la Santa Sede, como por el deseo de dialogar con las instituciones culturales de la época.

4. Ante todo, plena fidelidad al Magisterio. Esta condición, como lo demuestra  vuestra  experiencia secular, no  entorpece,  sino que, al contrario, favorece aún más el servicio eclesial de la investigación teológica y de la enseñanza.

Por otra parte, los nuevos escenarios de la cultura de nuestro tiempo exigen a los profesores y a los alumnos de vuestra Universidad un sólido equilibrio interior, una clara firmeza de mente y de espíritu, y una profunda humildad de corazón.

Quisiera recordar aquí lo que escribí en la encíclica Fides et ratio:  cuando el teólogo se abre a otros ámbitos del saber, tiene que dedicar siempre "particular atención a las implicaciones filosóficas de la palabra de Dios y realizar una reflexión de la que emerja la dimensión especulativa y práctica de la ciencia teológica" (n. 105). En  efecto, la teología se elabora con una constante atención al misterio de Dios y al misterio del hombre.

Otro objetivo, que os lleva a comprometeros en primera línea de acuerdo con el "carisma de servicio a la Iglesia universal", típico de la Compañía de Jesús, es la atención pastoral al tema de la unidad de los cristianos, al diálogo interreligioso y al estudio del ateísmo contemporáneo.

En el actual escenario de un mundo globalizado, donde es más notable y frecuente la convivencia de hombres de credos y culturas diferentes, el diálogo interreligioso cobra una importancia notable, porque, como escribí en la carta apostólica Novo millennio ineunte, "el nombre del único Dios tiene que ser cada vez más, como ya es de por sí, un nombre de paz y un imperativo de paz" (n. 55).

5. La Universidad Gregoriana, desde siempre "universitas omnium gentium", no puede dejar de sentirse fuertemente interpelada por los desafíos del mundo moderno. Que el criterio que orienta vuestra investigación y vuestro trabajo diario sea siempre la docilidad al Espíritu que, por una parte, envía a la Iglesia al mundo para reconciliarlo con Dios y, por otra, anima a numerosos hombres y mujeres de buena voluntad, suscitando en ellos el interés por la verdad (cf. Fides et ratio, 44).

En este esfuerzo seguid teniendo como punto de referencia la luminosa figura del gran misionero padre Matteo Ricci, que dio su testimonio religioso en el corazón mismo de la sociedad china. Al hablar del Evangelio, supo encontrar en cada circunstancia el enfoque cultural adecuado a quien lo escuchaba.

Sí, amadísimos hermanos y hermanas, vuestra familia universitaria puede contar con una larga historia caracterizada por una gran riqueza de cultura y de espiritualidad. Además, puede valerse de profesores y alumnos que, al proceder de todas las partes del mundo, son portadores de múltiples experiencias. Cuando todo esto se pone al servicio del Evangelio y va acompañado por el constante recurso a la oración, no puede por menos de dar los deseados frutos apostólicos en beneficio de todo el pueblo de Dios. Os deseo de corazón que prosigáis vuestra misión con auténtico amor a la Iglesia y en sintonía constante con la Santa Sede.

Os encomiendo a cada uno y vuestra institución a la protección celestial de María, Madre de la Sabiduría, de san Ignacio y de los otros santos patronos vuestros, y, a la vez que os aseguro un recuerdo especial en la oración, os imparto de corazón mi bendición.

 



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