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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 AL SUPERIOR GENERAL DE LA CONGREGACIÓN
DE HIJOS DEL AMOR MISERICORDIOSO

 

Al reverendo padre
MAXIMIANO LUCAS
Superior general de la congregación
de Hijos del Amor Misericordioso

1. He sabido con alegría que vuestra familia religiosa celebra este año el 50° aniversario de su fundación y de buen grado me uno a la acción de gracias que eleváis al Señor en esta circunstancia tan feliz.

Hace cincuenta años la sierva de Dios madre Esperanza Alhama Valera, inspirada por el Señor, dio vida a vuestro instituto. Al recordar con emoción aquel día, todos vosotros, queridos Hijos del Amor Misericordioso, alabáis a Dios omnipotente. Teniendo presente la enseñanza de vuestra venerada fundadora, dais gracias a Aquel que "nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1, 3). Al mismo tiempo, unidos en un solo corazón, queréis renovar vuestra adhesión filial al magisterio del Sucesor de Pedro.

2. Además de dar gracias a Dios, este significativo aniversario os brinda la oportunidad de meditar en el carisma específico que os distingue. Es lo que queréis hacer con el congreso que se celebra durante estos días en Collevalenza sobre el tema:  "Los Hijos del Amor Misericordioso y la fraternidad sacerdotal". Este tema, que ilustra bien vuestra misión y vuestro servicio a los sacerdotes, os impulsa a ser por doquier apóstoles intrépidos e incansables de la misericordia divina.

Por eso, con palabras del apóstol san Pablo, os deseo que "Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento" (Ef 3, 17-19). En efecto, debéis difundir su amor; estáis llamados a comunicar su gracia con todos los medios de que disponéis.

"Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo" (Ef 2, 4-6). Repasad a menudo estas palabras del apóstol san Pablo a los Efesios. La vida de un sacerdote es "misterio de misericordia". Esto es lo que quise recordar en la Carta que, con ocasión del Jueves santo de este año, envié a los sacerdotes del mundo entero.

Aunque la mentalidad contemporánea, más que en el pasado, quiere marginar de la vida y apartar del corazón del hombre la idea misma de la misericordia, es preciso proclamar sin cesar la absoluta gratuidad con que Dios nos ha elegido y nos ama. «Misericordia —afirmé en la citada Carta a los sacerdotes— es la condescendencia con la que nos llama a actuar como representantes suyos. (...) Es el perdón que él nunca rechaza» (n. 6).

3. Recuerdo con emoción la peregrinación que tuve la alegría de realizar, hace veinte años, al santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza. Fue mi primer viaje apostólico después del atentado del 13 de mayo en la plaza de San Pedro. Vuelvo ahora en peregrinación espiritual a Collevalenza, donde vuestra comunidad se reúne para las celebraciones jubilares. Me arrodillo juntamente con vosotros y contemplo el grande y sugestivo Crucifijo, ante el cual numerosos peregrinos acuden a orar.

Del Corazón traspasado del Redentor brota la fuente infinita del amor misericordioso. Dios es "rico en misericordia". Que toda vuestra existencia sea un canto a este sublime misterio de salvación. Haced que todos los que encontráis en vuestro  apostolado  diario sientan que el Padre  celestial  está siempre «especialmente cercano al hombre, sobre todo  cuando  sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad» (Dives in misericordia, 2).

¡Sí! Acoged y difundid el amor del Señor, amor que todo lo abarca y renueva; amor que abraza a cada hombre y a todo el hombre; amor que transforma la tristeza en alegría, las tinieblas en luz y la muerte en vida. En un mundo marcado por la soledad y la angustia, se os pide que hagáis resplandecer la verdad y el calor del Amor divino, fuente de paz y esperanza.

4. Amadísimos Hijos del Amor Misericordioso, cincuenta años para un instituto religioso no son muchos, pero constituyen una meta significativa. Durante estos días volvéis oportunamente con la mente a los orígenes, para proyectaros con un impulso más generoso hacia el futuro. La Iglesia cuenta con vosotros. En el alba de un nuevo milenio, os pide que reméis mar adentro con confianza, manteniendo fija la mirada en Cristo.

Que la Madre del Verbo hecho hombre os acompañe y sostenga. A ella, que con su total disponibilidad fue "la esclava del Señor" (Lc 1, 38) e hizo de su existencia un canto de alabanza y bendición a la ternura inmensa de Dios, recurrid con la devota confianza que caracterizaba a vuestra inolvidable fundadora.

Por mi parte, os aseguro mi oración, a la vez que con afecto lo bendigo a usted, reverendo padre, a los miembros del instituto y a cuantos forman parte de vuestra familia espiritual.

Castelgandolfo, 11 de agosto de 2001

JUAN PABLO II



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