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ENCUENTRO SOBRE EL "FUTURO DE LOS CRISTIANOS EN TIERRA SANTA

ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Jueves 13 de diciembre de 2001

 

Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio: 

Como ya se os ha anticipado en la carta de invitación, este encuentro quiere reafirmar, una vez más, el interés y la preocupación con que la Santa Sede sigue la situación en Tierra Santa, compartiendo, a través de una particular cercanía espiritual, el drama de aquellas poblaciones, desde hace mucho tiempo duramente probadas por actos de violencia y discriminación. Quiere, además, testimoniar la solicitud de toda la Iglesia por los cristianos que están en Tierra Santa, en particular por la comunidad católica, manifestar el compromiso común por la continuidad de su presencia milenaria en aquella región y dar su contribución a la justicia y la reconciliación entre cuantos tienen las raíces de su fe en aquellos lugares.

Por desgracia, nos encontramos reunidos en un momento que no dudo en definir "dramático", tanto para las poblaciones que viven en aquellas queridas regiones como para nuestros hermanos en la fe. En efecto, estos parecen agobiados por el peso de dos extremismos diversos que, independientemente de las razones que los alimentan, están desfigurando el rostro de la Tierra Santa.

Con ocasión del inicio del gran jubileo del año 2000, los patriarcas y los responsables de las comunidades cristianas de Tierra Santa dirigieron a sus fieles y a los cristianos del mundo entero un mensaje de fe, esperanza y caridad; un mensaje espiritual que, desde la gruta de Belén, invitaba con valentía y determinación a todos los habitantes de  Tierra  Santa y del mundo entero a vivir en un clima de justicia y paz.

Nos hubiera gustado que ese mensaje hubiera sido escuchado y encarnado rápidamente. Nos hubiera gustado que ya no hubiera habido necesidad de repetirlo. Hubiéramos querido ver a nuestros hermanos judíos y musulmanes caminando juntamente con nosotros en un pacto solidario de amor para devolver a la Tierra Santa su verdadero rostro de "encrucijada de paz" y "tierra de paz".

A vosotros, queridos hermanos en el episcopado de Tierra Santa, os corresponde la gravosa tarea de seguir siendo testigos de la presencia del amor de Dios en aquellas tierras y heraldos de su mensaje en ambientes de mayoría musulmana o judía.

En vuestro mensaje con ocasión del inicio del Año jubilar (4 de diciembre de 1999), al subrayar que vuestra vocación consiste en "ser cristianos en Tierra Santa y no en otro país del mundo", invitasteis a todos a no amedrentarse y a no perder la esperanza ante las dificultades:  "Frente a cualquier problema —se lee en vuestro conmovedor mensaje— permanezcamos firmes con la fuerza del Espíritu de Dios y la de su amor (...). El camino al tercer milenio exige de nosotros una reflexión profunda y una mayor conciencia de nuestra identidad y de nuestra misión, a fin de aceptar lo que Dios quiere para nosotros hoy y mañana en nuestra Tierra Santa".

También hoy, como hice durante mi encuentro con vosotros en Ammán, el 21 de marzo de 2000, os invito a tener confianza en el Señor, a permanecer unidos a él en la oración, para que él, vuestra luz, os ayude a guiar la grey que se os ha confiado.

La presencia, aquí entre nosotros, de algunos hermanos en representación del Episcopado del mundo entero, testimonia que en vuestra difícil tarea no estáis solos:  la  Iglesia entera está con vosotros. Toda la Iglesia comparte vuestras preocupaciones, sostiene vuestros esfuerzos diarios, está cercana a los sufrimientos de vuestros fieles y, a través de la oración, mantiene viva la esperanza. Sí, toda la Iglesia, en este tiempo de Adviento, grita:  "Ven, Señor, visítanos con tu paz y nos alegraremos en tu presencia".

 



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