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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL 20 ANIVERSARIO DE LA MUERTE
DEL CARDENAL CROATA FRANJO SEPER


Viernes 30 de noviembre de 2001

 

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas:
 

1. Muy oportunamente habéis querido recordar al cardenal Franjo Seper, que fue prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, al cumplirse el vigésimo aniversario de su muerte. Con este fin os habéis reunido primero en Zagreb y ahora en Roma, adonde habéis acudido en gran número también vosotros, queridos fieles de la amada tierra de Croacia. Os saludo a todos con afecto, y agradezco al arzobispo de Zagreb, monseñor Josip Bozanic, las cordiales palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Deseo saludar en particular al cardenal Joseph Ratzinger, que desde hace veinte años dirige la Congregación para la doctrina de la fe en el prestigioso cargo que ocupó el cardenal Seper.

2. Nuestro pensamiento se dirige así al ilustre pastor, que tanta importancia tuvo para la vida de la Iglesia en Zagreb, en particular de 1954 a 1968, en un período muy delicado para las relaciones entre la Iglesia y el Estado, primero como arzobispo coadjutor, y después, a partir de 1960, al suceder al beato Alojzije Stepinac, como arzobispo metropolitano y también como presidente de la Conferencia episcopal de Yugoslavia.

En aquella etapa tan agitada de la vida de los cristianos en su país, después de la segunda guerra mundial, no se rindió ante los problemas; al contrario, promovió importantes iniciativas, sobre todo pastorales, caritativas y culturales, también en el ámbito de los medios de comunicación social, en beneficio de todos los católicos croatas.

Su ministerio tuvo asimismo un amplio alcance ecuménico, pues trabajó activamente en la promoción de la unidad de los cristianos. Quisiera recordar, en esta ocasión, la atención que prestó a la Comunidad de Taizé. Al mismo tiempo, se preocupó por mantener contactos con la comunidad judía, incluso después de la segunda guerra mundial, como los había mantenido durante la misma, siguiendo el ejemplo de su heroico predecesor.

3. La actividad del cardenal Seper durante aquellos años no se limitó a la solicitud por su diócesis y la Iglesia de su país. Participó en la preparación del concilio Vaticano II como miembro de la Comisión para los sacramentos y de la Comisión central preparatoria. Durante el Concilio mismo fue miembro de la Comisión central. En calidad de padre conciliar fomentó la introducción del diaconado permanente, de las lenguas vernáculas en la liturgia, de la comunión bajo las dos especies y de la concelebración. Se esforzó, además, por la valoración del papel de los laicos en la Iglesia y por la promoción de las relaciones de  los  cristianos con el pueblo judío.

Otros puntos particulares que subrayó en sus intervenciones fueron:  la acentuación de la maternidad de la Iglesia como dimensión que implica a todos los fieles, el mayor arraigo de la devoción a la Madre de Dios en las fuentes bíblicas y en la gran tradición, y el reconocimiento de las responsabilidades también de los cristianos en el nacimiento del ateísmo contemporáneo.

4. Los temas expuestos por el cardenal Seper en sus intervenciones fueron recogidos tanto en los documentos conciliares como en los posconciliares; así se comprende por qué en 1968 el Papa Pablo VI lo nombró prefecto de la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe. Actuando con gran sabiduría y prudencia en aquellos años difíciles, el cardenal Seper se encargó ante todo de la reorganización del trabajo del dicasterio, renovado en sus finalidades y en sus métodos. En este ámbito se sitúa, en particular, la publicación del Estatuto provisional de la Comisión teológica internacional, que acababa de ser instituida, y sus primeros pasos, así como los de la nueva Pontificia Comisión bíblica. Bajo la guía del cardenal Seper, la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe, ante los errores y las desviaciones que se difundían, emanó una serie de documentos para promover y defender la doctrina católica.

Durante aquellos años de su estancia en Roma pude conocer mejor al cardenal Seper. También tuve la alegría de acogerlo en mi archidiócesis de Cracovia, y durante uno de esos encuentros amistosos lo acompañé a visitar el campo de concentración de Auschwitz.

Repasar ahora, veinte años después de su muerte, el testimonio del cardenal Seper constituye para nosotros un significativo impulso a proseguir con compromiso renovado al servicio del Evangelio de Cristo, según el elocuente ejemplo que nos ha dejado.

5. Al respecto, quisiera subrayar ante todo su arraigo en la Iglesia local y, a la vez, su sentido de pertenencia a la Iglesia universal. En el itinerario religioso del cardenal Seper, estos dos aspectos, lejos de contraponerse, se complementaban. También en esto es un ejemplo para nosotros:  el cristiano debe sumergirse en el pueblo y en la cultura en que vive para acoger todos sus elementos válidos y, al mismo tiempo, no debe perder jamás la conciencia de que pertenece a un pueblo más grande, el pueblo de Dios, que atraviesa todos los tiempos y todos los continentes y tiene en la Sede de Pedro un instrumento fundamental de unidad.

Asimismo, quisiera recordar la actitud pastoral del cardenal Seper, que supo verdaderamente hacerse "forma gregis" (cf. 1 P 5, 3), caminando junto a sus fieles, en quienes, con su vida, con sus palabras y con sus iniciativas, infundía el estilo evangélico que el Señor pide a sus servidores. En este sentido, nos estimula a nosotros, pastores de hoy, a no separarnos del pueblo que se nos ha confiado, sino a recorrer con él los caminos de la historia, siempre atentos a comunicar a todos el mensaje de la pasión y de la gloria de Cristo. Al mismo tiempo el cardenal Seper, con su ejemplo, sigue siendo para los fieles una invitación a confiar en los pastores, escuchando su enseñanza y acogiendo con generosa disponibilidad las orientaciones pastorales que dan en sintonía con la cabeza del Colegio episcopal, el Sucesor de Pedro.

Deseando que esta significativa conmemoración suscite un renovado compromiso de testimonio cristiano, imparto a todos con afecto la bendición apostólica.

¡Alabados sean Jesús y María!

 



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