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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 A LAS RELIGIOSAS URSULINAS DE MARÍA INMACULADA
CON OCASIÓN DE SU CAPÍTULO GENERAL

 

Queridas religiosas Ursulinas de María Inmaculada:

1. Me alegra dirigir un afectuoso saludo a la superiora general y a las religiosas que se han reunido en Roma para el capítulo general de vuestro benemérito instituto. Además, deseo abrazar a todas vuestras hermanas que realizan su apostolado en Italia, en la India, en Brasil y en el continente africano. Les envío un cordial saludo, avalado por la seguridad de un recuerdo especial en la oración, para que cada Ursulina de María Inmaculada siga, con alegría y fidelidad, a Cristo pobre, casto y obediente, y se dedique totalmente al servicio de los hermanos.

La asamblea capitular representa una ocasión privilegiada de oración, reflexión y discernimiento para establecer juntas las líneas directrices más adecuadas para el futuro de la congregación. Es un tiempo provechoso para renovar el compromiso de una respuesta generosa, personal y comunitaria, a la llamada de Dios.

El tema del capítulo resulta particularmente estimulante y actual: "Las Ursulinas de María Inmaculada se confrontan con los desafíos de un mundo en continua evolución y, renovadas, se entregan a la misión de la Iglesia". Se trata de una llamada a vivir vuestra misión en plena sintonía con la Iglesia, manteniéndoos firmemente unidas a Cristo y dispuestas a responder con valentía a los desafíos del tercer milenio.

Queridas hermanas, sed conscientes de que, como afirma una reciente instrucción de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, "a imitación de Cristo, aquellos a quienes Dios llama para que lo sigan son consagrados y enviados al mundo para continuar su misión. Más aún, la misma vida consagrada, bajo la acción del Espíritu Santo, se hace misión" (Caminar desde Cristo, 9).

2. En la primera mitad del siglo XVII, vuestra fundadora inició en Piacenza un instituto para el servicio al prójimo necesitado. Manteniendo intacto su carisma, esforzaos por mejorar cada vez más el apostolado de vuestra congregación, para que responda plenamente a las exigencias de nuestro tiempo. Estáis llamadas a ser "contemplativas en la acción", es decir, a responder a las necesidades de las personas, especialmente de los jóvenes, testimoniando, al mismo tiempo, la urgencia de una espiritualidad profunda, renovada en los métodos y en las formas, pero fiel al espíritu de los orígenes.

Imitad la fe inquebrantable de la beata Brígida Morello, a quien tuve la alegría de elevar a la gloria de los altares hace cinco años. Como recordé en aquella feliz ocasión, en su ejemplo y en sus enseñanzas "se refleja una constante invitación a la confianza en Dios. Solía repetir:  "¡Confianza, confianza, gran corazón! ¡Dios es nuestro Padre y jamás nos abandonará"" (Homilía durante la ceremonia de beatificación, 15 de marzo de 1998, n. 3:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de marzo de 1998, p. 6). El secreto del apostolado consiste precisamente en saber que "no hemos sido nosotros los que hemos amado a Dios, sino que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10).

3. Contemplando a Cristo crucificado y resucitado —corazón de la espiritualidad de la beata Brígida Morello—, se ensancharán los horizontes de vuestra entrega a los pobres, a los enfermos y a cuantos se encuentran en las más urgentes necesidades materiales y espirituales, con particular atención a las mujeres y a la juventud. Así, conservaréis fielmente la herencia que la beata fundadora os legó a vosotras, sus hijas espirituales, y seréis capaces de actualizar su inspiración carismática en nuestro tiempo, dando importancia a lo que "sois", antes que a lo que "hacéis".

Con estos sentimientos y deseos, a la vez que os aseguro un constante recuerdo en la oración, os imparto de corazón a cada una de vosotras, y a todas  vuestras comunidades esparcidas por el mundo, una especial bendición apostólica, que de buen grado extiendo a vuestros seres queridos y a cuantos son objeto de vuestra labor pastoral.

Castelgandolfo, 27 de agosto de 2003

JUAN PABLO II

 



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