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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN "COMUNIDAD PAPA JUAN XXIII"


Lunes 29 de noviembre de 2004

 

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra acogeros y saludaros a cada uno de vosotros, que habéis venido con ocasión de esta audiencia especial a los representantes de los numerosos miembros de la Asociación "Comunidad Papa Juan XXIII", extendida por Italia y otros veinte países del mundo.

Saludo con particular afecto a vuestro fundador y responsable general, el querido don Oreste Benzi, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo a sus colaboradores, a los sacerdotes, a los consagrados y a cuantos de diversas maneras forman parte de vuestra asociación, que precisamente en estos días celebra el trigésimo aniversario de su fundación.

2. Desde el comienzo, es decir, desde que don Oreste Benzi abrió la primera casa-familia, vuestra comunidad, que hace algunos meses fue reconocida como asociación internacional privada de fieles de derecho pontificio, se ha distinguido por un servicio peculiar a los últimos y por un estilo de auténtica comunión, encaminada a regenerar en el amor a quienes, por diferentes motivos, no tienen familia.

Ha sido constantemente impulsada por vuestros pastores y sigue manteniendo relaciones de cordial sintonía con las diócesis y las parroquias en las que actúa. Además, vuestras actividades tratan de insertarse en el territorio y se abren a la colaboración de las estructuras sociales públicas y privadas, pero sin renunciar a su típica inspiración cristiana, que siempre las orienta y las anima.

3. Sois muy conscientes de que la acción caritativa en favor de los hermanos asume su pleno valor cuando se funda en el primado del amor de Dios. Para dar auténtico amor a los hermanos, es necesario recibirlo de Dios. Por eso dedicáis oportunamente mucho tiempo a la oración y a la escucha de la palabra de Dios, y fundáis toda vuestra existencia en Cristo.

Amadísimos hermanos y hermanas, seguid cuidando vuestra formación espiritual y recibiendo con frecuencia los sacramentos. En particular, haced de la Eucaristía el corazón de las casas-familia y de las demás actividades sociales y educativas. En este año dedicado al Sacramento del altar, reavivad el espíritu contemplativo y el amor al divino Redentor, que en la Eucaristía se convierte para nosotros en alimento de vida inmortal. Tomad de él la energía espiritual para ser obreros infatigables de su Evangelio, testimoniando su ternura a cuantos viven en situaciones de dificultad y abandono.

Precisamente hoy comienza la novena de la Inmaculada. Os encomiendo a ella, la Virgen Madre de Dios, para que os haga siempre sembradores de esperanza, de amor y de paz. Con estos sentimientos, os imparto una especial bendición apostólica a vosotros, aquí presentes, a toda la Asociación y a cuantos sostienen de diversos modos vuestra importante obra.



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