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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE  JUAN PABLO II
A LOS REPRESENTANTES PONTIFICIOS EN ÁFRICA Y MADAGASCAR*

Sábado 25 de septiembre de 2004

 

Amadísimos representantes pontificios:

1. Me alegra acogeros al final de vuestro encuentro en Roma. Deseo renovaros a cada uno la expresión de mi aprecio por el valioso servicio que prestáis a las comunidades eclesiales y civiles en África.

Todos llevamos en la mente y en el corazón el recuerdo del arzobispo monseñor Michael Aidan Courtney, que desempeñó con generosidad y fidelidad su misión en favor del atormentado pueblo de Burundi, hasta el sacrificio supremo de su vida. Quiera Dios que su heroico testimonio infunda renovado vigor a cuantos trabajan por la paz en Burundi y en todo el continente africano.

2. Sé que realizáis vuestro servicio con celo y fidelidad, en medio de situaciones difíciles, compartiendo los sufrimientos y los dramas de las Iglesias y de las poblaciones a las que habéis sido enviados. Aprovecho de buen grado esta ocasión para manifestaros una vez más mi gratitud por la entrega y la sabiduría con que cumplís la delicada misión que se os ha confiado. Sabed que el Papa y la Curia romana están cerca de vosotros, como testimonia también este encuentro.

La Asamblea especial del Sínodo de los obispos para África, de la que se conmemora este año el décimo aniversario, y la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa, constituyen un signo particularmente intenso de la solicitud pastoral de la Iglesia hacia ese continente.

La Iglesia en África debe afrontar actualmente antiguos y nuevos problemas, pero también está abierta a grandes esperanzas. Como representantes pontificios, estáis llamados a acompañar el desarrollo de las comunidades eclesiales, a favorecer el progreso integral de la sociedad y, sobre todo, a sostener "el encuentro de las culturas con Cristo y su Evangelio" (Ecclesia in Africa, 61).

3. Seguid siendo con gran empeño testigos de comunión, favoreciendo la superación de las tensiones y de las incomprensiones, la victoria sobre la tentación del particularismo, y el fortalecimiento del sentido de pertenencia al único e indiviso pueblo de Dios.

Con estos sentimientos y deseos, os renuevo mi más cordial agradecimiento por este encuentro y encomiendo vuestras personas y vuestra misión a la protección materna de la Virgen María, Estrella de la evangelización. A vosotros aquí presentes y a vuestros colaboradores en las nunciaturas imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo de buen grado a las queridas poblaciones africanas, en medio de las cuales lleváis a cabo vuestra cualificada actividad de representantes pontificios.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.41, p.7 (503).

 



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