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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS ALUMNOS DEL PONTIFICIO SEMINARIO ROMANO MAYOR


Sábado 5 de febrero de 2005

 

(El Papa participó espiritualmente en el encuentro por televisión desde el policlínico Gemelli. El arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, leyó el discurso que el Santo Padre tenía preparado para esta ocasión)  

Queridos hermanos: 

1. Con gran alegría me uno a vosotros, en el día de la fiesta de la Virgen de la Confianza, patrona del Seminario romano mayor. Saludo al cardenal vicario, a los obispos auxiliares, al rector y a los demás superiores y, con especial afecto, a vosotros, queridos seminaristas, y a vuestros familiares. Saludo al coro y a la orquesta diocesanos, dirigidos por monseñor Marco Frisina, así como a los jóvenes amigos del Seminario romano. Sois para mí motivo de consuelo, porque representáis un signo privilegiado del amor del Señor a su amada Iglesia que está en Roma.

2. "Contemplar el rostro de Cristo, y contemplarlo con María, es el "programa" que he indicado a la Iglesia en el alba del tercer milenio, invitándola a remar mar adentro en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización" (Ecclesia de Eucharistia, 6). Habéis querido tomar estas palabras mías como tema de reflexión para vuestra fiesta.

Mane nobiscum Domine! El oratorio de monseñor Marco Frisina ha hecho resonar en la sala Pablo VI esta intensa invocación, siempre actual para los cristianos, especialmente en los momentos de sufrimiento y de prueba. En el Año de la Eucaristía celebrar a María significa que debéis centrar vuestra atención en el sacrificio de su Hijo divino, que se hace sacramentalmente actual en toda santa misa.

3. Amadísimos seminaristas, ¡cuán significativo es el gesto de Jesús en el icono de la Virgen de la Confianza que veneráis en vuestro seminario! Indicando a la Madre, el Niño parece anticipar, sin palabras, lo que al final, en la cruz, dirá al discípulo Juan:  "Ahí tienes a tu madre" (Jn 19, 27).

También yo os repito hoy:  ahí tenéis a vuestra Madre, a quien debéis amar e imitar con plena confianza, para convertiros en sacerdotes capaces de pronunciar, no una vez, sino siempre, la palabra decisiva de la fe:  "Heme aquí", "fiat".

"Mater mea, fiducia mea!". Que esta jaculatoria sea la síntesis profunda y sencilla de vuestras jornadas, vividas contemplando a Cristo con María.

4. Quisiera extender este deseo a todos los jóvenes presentes, especialmente a los que están recorriendo el camino de verificación vocacional con vistas al ingreso en el seminario; a los que siguen con interés el itinerario vocacional de la diócesis de Roma ofrecido a niños, adolescentes y jóvenes.

Pienso, en particular, en los monaguillos y en los grupos juveniles de las parroquias.

Queridos muchachos, el Señor pasa y llama (cf. Mt 4, 18-22), estad dispuestos a colaborar con él.

Os encomiendo a la Virgen de la Confianza. Y rogad al Dueño de la mies para que no falten obreros en su mies (cf. Mt 9, 38).

Con gran afecto os bendigo a todos.

 



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