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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
AL CARDENAL BERNARD JAN ALFRINK
CON MOTIVO DE LA FIESTA DE PENTECOSTÉS
*

 

A nuestro querido hijo
el cardenal Bernard Jan Alfrink,
arzobispo de Utrecht

Hemos sabido que ibas a celebrar también este año la fiesta de Pentecostés en unión con los fieles católicos reunidos en diferentes catedrales europeas en torno a sus venerables Pastores en una plegaria común.

En esta ocasión nos complacemos en dirigiros este Mensaje, cuya lectura a través de las ondas os confiamos y gracias a la amable cooperación de los servicios radiofónicos de Europa y a la iniciativa de la "Katholieke Radio Omroep". Así llevará a todos aquellos que le escuchen en ese momento la seguridad de nuestra presencia cordial,

Esta conexión radiofónica excepcional quiere hacer sensible, a pesar de las distancias, la unidad de fe de los católicos como un efecto permanente de la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia: «Sólo hay un Cuerpo y un espíritu, como también una sola esperanza, la de vuestra vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos» (Ef 4, 4-6).

Esto es un motivo para exhortar muy especialmente a las comunidades de fieles, a los que se dedica tal emisión, a que eleven a Dios fervientes súplicas para que florezca con más intensidad una nueva primavera en la Iglesia. Ya la atrajimos con nuestros deseos poco tiempo antes del conclave que debía establecer a nuestra humilde Persona en la Sede de Pedro, «El alma cobra ánimo —escribíamos a nuestro venerable hermano el Obispo de Bérgamo— confiando en que un nuevo Pentecostés dará a la Santa Iglesia por su nuevo Jefe y la reorganización del organismo eclesiástico un nuevo vigor para el triunfo de la verdad, del bien y de la paz». Lo que entonces fue un deseo ardiente de nuestro corazón quiso la Providencia lo realizásemos Nos mismo en parte y a Ella damos las gracias por habernos permitido realizar las primeras fases de este programa de renovación. Hoy pedimos encarecidamente a los que escuchen este Mensaje que unan sus súplicas a las nuestras por el éxito del próximo Concilio Ecuménico, para el establecimiento de una paz justa entre todas las naciones, para salvaguardia de la Iglesia perseguida y para que se perfeccione en el mundo la caridad entre los católicos, último deseo de Nuestro Señor Jesucristo e invitación apremiante a los cristianos para que realicen la unidad.

Confiando en que cada uno oiga la llamada del Padre Común, os impartimos de todo corazón, queridísimo hijo, así como a los Prelados y fieles que participan en esta celebración, en prenda de una copiosa efusión de gracia, una paternal Bendición Apostólica.

Del Vaticano, 18 de mayo de 1960.

IOANNES XXIII PP.


* AAS 52 (1960) 480-481.



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