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RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LOS FIELES DE ECUADOR CON MOTIVO DE LA CORONACIÓN
DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE AGUA SANTA DE BAÑOS
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Domingo 13 de diciembre de 1959

 

Como el niño al regazo de su madre, así habéis acudido, amadísimos fieles del Ecuador, a las plantas de Nuestra Señora del Rosario de Agua Santa de Baños, y, dando cima a vuestras romerías, habéis subido hoy a su trono para poner en las sienes de María Santísima una corona real y para proclamarla Reina de las Misiones en el Oriente Ecuatoriano.

Consolador es el espectáculo que ofrece vuestra Nación en este día: el rosario en las manos y en los labios una plegaria.

María es Madre de Dios y Madre nuestra. En su maternidad divina se funda el título de Reina que resume todas sus grandezas: mueve el corazón del Salvador y está en posesión del corazón de los hombres. Es la Madre de la Iglesia y contribuye con su oración omnipotente y con las gracias que derraman sus manos sobre el mundo a la siembra y expansión de la semilla evangélica. ¿No mantiene todavía y siempre vivo el fuego de los misioneros en su apostolado la que en su vida terrena estuvo tan íntimamente asociada a la obra de Cristo y de sus discípulos? ¡Cuántas penalidades ha suavizado la mirada de María! ¡Cuánto fervor ha despertado en los intrépidos heraldos del Evangelio esa Santa Imagen que adornáis con corona de oro! ¡Qué historia de bondades y de generosidad la de ese Santuario de Agua Santa confiado al amoroso celo de los Religiosos Dominicos!

Estamos seguros de que la solemnidad de este día no ha de ser para vosotros un acto efímero: expresa la firme devoción de todo un pueblo y quiere además ser un pacto, un compromiso. Si María es Reina, cada uno de vosotros suspiráis por profesaros vasallos suyos. De su bondad esperáis todas las gracias; dadle pues vuestro amor; prometed obediencia perfecta a la ley de Cristo.

Por eso, antes de daros Nuestra Bendición, deseamos invitaros a vivir una vida mariana. Que sea el rezo del Santo Rosario en familia bálsamo de paz para vuestros hogares ; vayan a María vuestros niños para salvar su inocencia y candor; de María reciban los jóvenes estímulo al bien obrar y a la custodia esmerada de su pureza; de la Virgen esperen consuelo los que sufren, de Ella sabiduría y prudencia los que gobiernan.

No olvidéis, finalmente, que la vitalidad del catolicismo de un pueblo, se mide de manera especial por los sacrificios que realiza en favor de la causa misional. Levantad pues, amadísimos Ecuatorianos, vuestra mirada con espíritu católico a las necesidades de la Iglesia en vuestra Patria y aun en el mundo entero. La línea geográfica que, pasando por vuestro suelo, rodea la tierra, lleve por doquier el aroma de vuestra caridad, esparza a los más apartados rincones los dones que del Cielo recabáis desgranando Avemarías.

Descienda sobre todos vosotros, sobre Nuestro amadísimo Cardenal Legado, sobre el Episcopado, Autoridades, Clero y pueblo católico del Ecuador, la particular Bendición Apostólica que, en el nombre de María y como prenda de su maternal asistencia, de corazón os damos.


* AAS 52 (1960) 52-53.



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