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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL VI CONGRESO INTERNACIONAL DE EMPLEADOS DE IGLESIA
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Miércoles 5 de septiembre de 1962

 

Queridos hijos:

Es muy justo descaros una particular bienvenida a vosotros que os habéis reunido en número tan alto, provenientes de diversas naciones para participar en el VI Congreso internacional de Empleados de Iglesia. Tenemos el placer de felicitaros en esta ocasión —y a través de vuestras personas, nos dirigimos también a cuantos prestan su concurso en el desarrollo del culto—, por el celo que manifestáis por la casa de Dios y por preciosa ayuda que prestáis también a la comunidad parroquial y a la vida litúrgica.

Habéis querido celebrar esta importante Asamblea precisamente en Roma, bajo la sabia presidencia de muestro venerable hermano el cardenal Santiago Lercaro, arzobispo de Bolonia, para asociaros de esta forma al gran acontecimiento conciliar que comenzará el mes próximo. Vuestra misma presencia quiere manifestar ya fidelidad al tema central de vuestro Congreso: “Sentire cum Ecclesia” (Sentir con la Iglesia).

“Sentire cum Ecclesia”. Ojalá podáis aumentar, en el decurso de vuestra peregrinación romana el ardor renovado en la prosecución de este bello ideal, y lo mismo también a lo largo de vuestra vida. Ya estéis al servicio de una majestuosa catedral o seáis empleados de una modesta capilla de pueblo, siempre servís a la misma Iglesia de Cristo, al trabajar en los edificios sagrados, y al contribuir con vuestro trabajo cotidiano a hacer acogedora para todos la casa de Dios. Oh, que gozo también para los fieles ver el testimonio que dais con vuestras mismas personas, cuando oráis y seguís los ritos sagrados con un recogimiento interior que edifica y alienta.

En prenda de vuestra devoción al humilde sucesor de San Pedro, habéis querido reunir vuestras ofrendas para regalarle un cáliz en el que han sido grabadas estas palabras: “Serviamus cum laetitia” (Sirvamos con alegría). Imaginaos lo grata que habrá sido para nos esta ofrenda. Ella nos recordará vuestra asociación universal, bien merecedora de respeto y gratitud: al tener este cáliz entre nuestras manos, él nos hará sentir cerca de nos a todos los queridos curas del mundo que representan, cada uno en su modesto lugar, como lo decíamos recientemente en Castelgandolfo el día de la fiesta de la Asunción, la imagen llamada de la persona del Buen Pastor rodeado de su rebaño.

“Serviamus cum laetitia”. Esta debe ser, queridos hijos, la divisa de todo buen católico, sacerdote o fiel. Continuad dando en torno vuestro ejemplo edificante. Porque si los cargos son muy numerosos en la casa de Dios, vosotros ocupáis en ella un lugar de elección, pues sois los auxiliares del culto. Todo el Cuerpo Místico de Cristo debe vibrar de vitalidad espiritual en la víspera de un Concilio que suscita en todos los católicos, y también en el mundo entero, una intensa esperanza. Sabed, pues, que vosotros también, con vuestra aplicación al trabajo y con el espíritu con que lo cumplís, os asociáis a este gran movimiento que arde en la Iglesia, bajo la moción del Espíritu Santo.

El humilde sucesor de Pedro, resultándole grato el haberse entretenido familiarmente algunos minutos con vosotros, de todo corazón invoca sobre todos la abundancia de la divina gracia, a fin de que continuéis siempre sirviendo a Cristo y a la Iglesia “con alegría”.

 


*  AAS 54 (1962) 669; Discorsi-Messaggi-Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, pp. 506-507.

 

 

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