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PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

Sábado 27 de julio de 1963

 

Hemos de remitirnos a las palabras que pronunciamos la semana pasada en esta misma ocasión haciendo votos por la paz. Nuestras palabras, que repetimos después dando la bendición a la hora del Ángelus del día siguiente, han tenido un eco incluso superior al que Nos podíamos pensar, porque todo el mundo las ha recogido como auspicio de los hechos que en esta semana hemos visto felizmente realizarse.

Y saludamos estos hechos con la esperanza de que sean realmente sinceros y felices y que puedan depararnos otros más para la tranquilidad, el orden y la paz en el mundo.

Queridos hijos, que venís de tantas partes de Italia, de Europa y del mundo, os saludamos a todos: peregrinos, visitantes, turistas, militares, estudiante sacerdotes, religiosos y religiosas. Nos alegramos de recibir vuestra visita, de aseguraros nuestro afecto, de augurar a vuestras personas, a vuestros seres queridos, a vuestros países y a las instituciones a que pertenecéis, copiosas gracias del Señor; Nos acompañaremos, estos nuestros votos, con nuestras oraciones y, al fin de la audiencia, con nuestra bendición.

Un don especial pediremos por vosotros a Cristo Señor como fruto y como recuerdo de esta audiencia: una fe viva, sincera, profunda; la fe de San Pedo junto a cuya tumba estamos ahora reunidos; aquella fe que nos da la certeza en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y nos hace acoger su Evangelio como el nuncio verdadero y seguro de nuestra salvación.

Renovamos a la vez en este momento nuestro acto de fe, luz y fuerza para nuestra vida cristiana y que nuestra bendición apostólica dé a este acto plenitud de convicción, de esperanza y de alegría.

 


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