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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LA UNIÓN MUNDIAL DE LAS ORGANIZACIONES FEMENINAS CATÓLICAS
Y AL MOVIMIENTO INTERNACIONAL DE LA JUVENTUD AGRÍCOLA Y RURAL CATÓLICA

Sábado 10 de octubre de 1964

 

Queridas hijas de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas:

Habéis querido visitarnos durante el segundo encuentro que vuestro grupo de investigaciones ha organizado estos días en Roma; gustosos os recibimos en nuestra casa y os damos de todo corazón la bienvenida.

Conocéis muy bien el vivo interés con que siempre hemos seguido las numerosas actividades que las organizaciones femeninas católicas desarrollan en los diversos campos en todo el mundo, para hacer mejor conocer y amar a Nuestro Señor y a su Iglesia, para ayudar a las mujeres de hoy a encontrar a quien es nuestro solo y único Salvador.

Hemos querido concretar este interés, vosotras lo sabéis, nombrando como auditora seglar del Concilio a vuestra generosa y celosa presidenta general, a quien nos es grato saludar aquí de un modo especial.

Este año os habéis reunido para estudiar en común “el papel apostólico del laicado en las comunidades cristianas”. Os felicitamos por la elección de este tema de reflexión; está completamente en la línea de las grandes preocupaciones de la Iglesia; prueba de ello son las discusiones de los padres conciliares, que precisamente en estos días se ocupan del esquema del apostolado seglar.

Estos tres días de estudio y oración, en los que se alternan armoniosamente conferencias y coloquios, habéis querido consagrarlos de una manera especial, a la comunidad cristiana local o parroquial, a su situación con relación a la Iglesia Universal, a su función apostólica en el mundo de hoy. Unidas queréis buscar los caminos y medios más aptos y eficaces para promover y vitalizar la expansión apostólica de cada parroquia.

Procedéis de distintos países y vuestras experiencias, en el campo del apostolado, son muy variadas. Vuestro propósito ha sido ponerlas en común, para sacar provecho de ellas y compartir las riquezas descubiertas, con las demás, quizá menos privilegiadas que vosotras, pero animadas por los mismos ardientes deseos.

No podemos menos que alentaros en vuestros esfuerzos y renovar nuestra satisfacción al veros responder cada vez mejor al deseo de los pastores, ayudándoles a llevar las responsabilidades del apostolado.

De corazón imploramos para vosotras, para las organizaciones que representáis, y para la actividad apostólica de vuestra Unión Mundial, una gran profusión de gracias, en prenda de las cuales os impartimos una muy paternal bendición apostólica.


 

Queridos hijos e hijas del Movimiento Internacional de la Juventud Agrícola y Rural católica:

Gustosamente os recibimos en esta casa del Padre común. En vosotros saludamos a la juventud agrícola y rural de todos los continentes.

Hemos seguido con interés los trabajos de vuestra asamblea general de Yaundé, y os alentamos a continuar vuestro apostolado en todo el mundo. Son ya sesenta y cinco los movimientos nacionales que se han adherido al M. I. J. A. R. C. Que es ya una realidad rica en promesas.

En los momentos del Concilió Ecuménico Vaticano tenéis una tarea irreemplazable en la Iglesia: hacer descubrir a todos los jóvenes rurales las riquezas del mensaje de Cristo, y ayudarles a vivir en su ambiente las exigencias del Evangelio. Su fe en Cristo transforma la vida familiar, personal, social y profesional del joven rural. Formando en el mundo rural jóvenes cristianos auténticos el M. I. J. A. R. C. actúa como fermento en este ambiente, para hacerlo más permeable al Evangelio, mensaje de salvación que no distingue razas ni fronteras.

Esta es la noble misión que la Iglesia os confía; cumplidla con el entusiasmo de vuestra juventud, con nuestra tenacidad de hombres rurales y todo el ardor de vuestra fe. Un mundo nuevo surge de los progresos de la técnica, que revolucionan el aspecto tradicional de los ambientes rurales. Este mundo tiene necesidad de vosotros; debéis animarlo con el espíritu del Evangelio, haciéndolo más humano, más fraternal y más cristiano.

Estos son nuestros ardientes deseos. Pidiendo a Dios que os ayude a realizarlos por medio de vuestro generoso apostolado de jóvenes rurales católicos, imploramos para vosotros y para todos los militantes que vosotros representáis —sin olvidar a vuestros queridos consiliarios— la abundancia de las gracias divinas, en prenda de las cuales os impartimos nuestra paternal bendición apostólica.

 


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