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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE EL SALVADOR
ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 9 de noviembre de 1964

     

Señor Embajador:

Gracias por las sentidas expresiones que han acompañado la entrega de las Cartas Credenciales que os acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de vuestro País ante esta Santa Sede.

Vuestra brillante carrera al servicio de la Diplomacia de El Salvador, vuestras constantes intervenciones representando a vuestra Patria en reuniones y congresos internacionales, el conocimiento que en permanencias anteriores habéis ya adquirido de Roma, os ofrecen segura garantía del éxito de la misión que os ha confiado vuestro Gobierno.

En Nuestro corazón de humilde Vicario de Cristo ocupa un lugar especial El Salvador. Fue para Nos motivo de consuelo poderlo proclamar así cuando, al clausurar el reciente Congreso Eucarístico Nacional, tuvimos el agrado de hacerle llegar Nuestra palabra a través de la Radio. Un día lejano Religiosos Franciscanos y Dominicos llevaron a vuestra Tierra la fe cristiana: esa semilla, depositada en surco fecundo, se ha convertido en rico patrimonio, cuya herencia es timbre de gloria y cuyo ulterior cuidado y desarrollo reclama las mejores energías.

Vuestro País se presenta a Nuestra mente con la visión de sus lagos y montañas, de sus volcanes airosos, de los ríos en que se asoma al Pacífico. Sabemos que en este momento El Salvador se encuentra comprometido en una empresa de superación, con el noble afán de mejorar niveles de producción y de aumentar el bienestar de sus propios ciudadanos. Formulamos cordiales votos a fin de que tan altos ideales, iluminados siempre por los principios de la justicia social y sublimados por los valores espirituales, hallen el favor y la colaboración responsable de todos y obtengan las metas propuestas para la convivencia pacífica de los miembros de la Comunidad Nacional.

Señor Embajador: Tened la seguridad de que en el desempeño de vuestra misión os acompañará Nuestra benevolencia, y de que por Nuestra parte podréis contar con el más decidido apoyo en el cometido de conservar las buenas relaciones existentes entre vuestro Gobierno y esta Santa Sede. Deseando la mayor prosperidad para el católico pueblo de El Salvador, invocamos sobre él, y de un modo particular sobre el Excelentísimo Señor Presidente de la República y sobre Vuestra Excelencia, las bendiciones del Cielo.

 


*AAS 56 (1964), p.1003-1004.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. II, p.652-653.

 



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