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DISCURSO DEL PAPA PABL VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE IRÁN
ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 1 de diciembre de 1966

 

Las amables palabras, que acaba de pronunciar Vuestra Excelencia Nos conmueven vivamente. Por Nuestra parte, Nos acogemos hoy con el mayor placer al nuevo Representante de la grande y noble nación iraniana, con la que la Santa Sede mantiene desde hace largos años las más cordiales relaciones.

Nos conocemos la alta estima que el Shahinshah Mahammad Reza Pahlavi tenía por Nuestros ilustres predecesores, los Papas Pío XII y Juan XXIII, y no olvidamos que Su Majestad quiso asociarse al gran acontecimiento del Concilio Ecuménico con el envío de Misiones Extraordinarias, tanto para la ceremonia de apertura como para la de clausura.

Vuestra Excelencia ha mencionado el "respeto de todas las creencias" en las que se inspiraron los fundadores de su gloriosa patria. Quisiéramos poner de relieve por Nuestra parte, la amplitud de espíritu que anima a sus dirigentes actuales, de la que se benefician en gran medida las instituciones católicas de educación y asistencia que se encuentran en el territorio del Imperio iraniano.

Deseamos aseguraros, Excelencia, que Nos apreciamos altamente la actitud abierta y comprensiva de las autoridades iranianas. Nos place también aprovechar esta ocasión para reiterar que la Iglesia Católica no desea otra cosa sino formar, por medio de esas instituciones, buenos y leales ciudadanos, y contribuir, en la medida de sus fuerzas, a su bienestar y a su elevación espiritual y cultural.

Este esfuerzo se une, Nos bien lo sabemos, a una de las preocupaciones constantes de Su Majestad Imperial, cuyas iniciativas de paz son conocidas por todo el mundo y cuya actitud valiente y ejemplar en la campaña mundial contra el analfabetismo despierta admiración.

Nos acogemos, pues, Señor Embajador, con especial satisfacción los votos que habéis expresado de parte de vuestro Soberano, y Nos os agradeceríamos que transmitierais al mismo Nuestro homenaje cordial.

Nos aseguramos a Vuestra Excelencia el apoyo que encontrará siempre en Nos para el ejercicio de la misión que comienza hoy, e invocamos de todo corazón para ella, su familia y su patria, la asistencia y las bendiciones de Dios Todopoderoso.


 

*ORe (Buenos Aires), año XVI, n°735, p.4.

 



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