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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A BOGOTÁ

DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
DURANTE EL ENCUENTRO CON EL PRESIDENTE DE COLOMBIA

Jueves 22 de agosto de 1968

Señor Presidente:

Apreciamos vivamente la cortesía que Nos dispensa con su presencia y las deferentes expresiones de cordial bienvenida en las que percibimos el eco fiel de los sentimientos de la Nación Colombiana.

A vuestra Excelencia, a los Miembros del Gobierno, a las Personalidades eclesiásticas, civiles y militares, a cuantos aquí se encuentran congregados, Nuestra profunda gratitud por haber querido recibirnos tan amablemente al llegar en esta peregrinación religiosa que consideramos parte de Nuestro ministerio universal y con la cual deseamos reiterar, en forma inequívoca, nuestra fe, la fe de toda la catolicidad, en la Eucaristía sacrificio y sacramento a la vez que orar ante el Príncipe de la Paz por el mundo tan necesitado de ella.

Un gozo íntimo y una trepidante conmoción invaden Nuestro ánimo al ver que la Providencia Nos ha reservado el privilegio de ser el primer Papa que llega a esta nobilísima tierra, a este cristiano Continente, donde un día arcano —predestinado en los designios salvíficos de Dios— comenzó a añadirse la altura de la Cruz sobre las cimas andinas y, en los viejos caminos de los chibchas y de los mayas, de los incas, aztecas y tupis-guaraníes, empezó a dibujarse la silueta de Cristo.

¡Pueblos de América Latina! mecidos en idénticos mares; cuyos ríos y cordilleras entrelazan comunidades de gentes honradas, pacientes, trabajadoras e hidalgas; cuyas fisonomías peculiares tienen el rasgo común de la fe en Cristo que ha vivificado siglos de historia y suscitado innumerables iniciativas promotoras de vuestra cultura y de vuestro bienestar. Pueblos de América! A todos y cada uno va, desde el suelo de la hospitalaria Colombia, Nuestro saludo, Nuestro afecto, Nuestra plegaria. Y Nuestro corazón se dilata para agradecer a Dios el don inmenso de vuestras creencias católicas y para implorar de El que el dinamismo de vuestra fe, tradicional y renovada, despierte cada vez más el sentido de fraternidad y de colaboración armoniosa en orden a una constante convivencia pacífica, e impulse y consolide los esfuerzos por un progreso ordenado que, con el desarrollo técnico y el cultivo racional de tantas riquezas como el Señor puso en vuestros suelos, alcance equitativamente a todas las familias y categorías, en conformidad con los principios de justicia y de caridad cristianas.

¡Hijos amadísimos de Colombia y de América toda! En la dulce espera de poner sobre el Altar de Congreso las intenciones, necesidades y ansias de cada uno, Nuestras manos se alzan para bendeciros con el anhelo ardiente de que los rasgos de Nuestra cruz alcancen, como testimonio de afecto y prenda de dones divinos, el mundo entero.

 



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