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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS CAMIONEROS DE ESPAÑA

Sábado 28 de septiembre de 1968

 

Agradecemos vivamente, Señor Cardenal, las palabras que Nos acaba de dirigir. Y agradecemos de manera especial su presencia en medio de estos cien conductores de camión, venidos de la querida España, cuyos sentimientos elocuentemente ha interpretado.

Amadísimos hijos: Nuestro corazón se siente emocionado por vuestra visita. Habéis querido ser como embajada de todos los conductores españoles, a quienes representáis. Habéis venido para manifestarnos vuestra adhesión y la de vuestros compañeros de profesión. Muchas gracias. A vosotros y a ellos expresamos Nuestro cordial saludo.

No se Nos oculta la realidad llena de contrastes de vuestra vida. Esta experiencia dura y agitada os servirá sin duda para templar vuestro espíritu y para tomar consciencia de vuestra responsabilidad como cristianos y como profesionales. ¿Quién mejor que vosotros simboliza la Iglesia peregrina, en medio del trabajo y la esperanza, siempre en camino hacia la Jerusalén celestial? Junto al conocimiento perfecto del motor y de su mecanismo, la prudencia y el respeto a las normas que reglamentan el tráfico son virtudes que deben figurar en el carnet del conductor.

En las largas rutas, que como caballeros del volante recorréis, os ponéis en contacto con la naturaleza; y al pasar de las cumbres a los valles, sois testigos de las bellezas que ha ido sembrando el Creador. En vuestro continuo peregrinar, que exige constancia en el esfuerzo y vigilancia ante el peligro, sois testigos también de espectáculos dolorosos, que piden vuestra caridad, vuestra existencia y vuestra ayuda. El Señor, que aprobó la conducta del Buen Samaritano por el auxilio prestado al herido en el camino, escribe en vuestro libro tantos actos de servicio de atención al prójimo anónimo hallado en la carretera.

Bien sabemos que en vuestra hoja de servicio figuran numerosos ejemplos de ayuda desinteresada al viajero en ruta, de caridad, de hospitalidad y de cortesía para con el prójimo. ¡Que Dios os bendiga!

Nos pedíais una palabra en el mensaje que Nos habéis entregado. Sea ésta: Cuando sintáis la soledad, el cansancio, las inclemencias del tiempo, recordad que no estáis solos. Os alienta el recuerdo de vuestras esposas y vuestros hijos, cuya imagen lleváis con vosotros y siempre en el hogar se os espera. Os acompaña también la Iglesia. ¿No os lo dicen así los indicadores religiosos que contempláis al borde de la carretera? Eleven vuestro espíritu los templos con sus campanarios apuntando hacia arriba, que caracterizan los pueblos y Ciudades, que veis desfilar en vuestro recorrido. Estad seguros de que la Iglesia se preocupa también de vuestras legítimas aspiraciones y de que defiende y promueve cuidadosamente cuanto se refiere a vuestra prosperidad y bienestar.

Agradecemos a Finanzauto y a las demás Empresas que han colaborado la generosidad que han demostrado al poner a Nuestra disposición un gran contingente de maquinaria.

Os expresamos Nuestra complacencia por este encuentro y os prometemos Nuestras oraciones al Señor para que os asista siempre y a la Santísima Virgen, para que os guíe y os lleve de la mano por los caminos de la felicidad cristiana. En prenda de estos favores, otorgamos de corazón a vosotros, y en vosotros a vuestros compañeros y a las empresas que representáis, a vuestras familias y seres queridos, una especial Bendición Apostólica.

 



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