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 DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE TAILANDIA
ANTE LA SANTA SEDE

Jueves 14 de diciembre de 1972

 

Señor Embajador:

Recibimos con gozo vuestra visita. Sí, es para nosotros una inmensa alegría saludar en vuestra persona al pueblo tailandés, tan querido a nuestro corazón, y al mismo tiempo, al representante altamente cualificado de su Majestad el Rey Bhumibol Adulyadej. El amable discurso de vuestra Excelencia, cuyo contenido hemos podido apreciar, lo mismo que los deseos de vuestro venerado soberano, adquieren así una significación especial. Os lo decimos al mismo tiempo que os presentamos nuestro más vivo agradecimiento.

Conocemos el puesto específico que en el concierto de las naciones asiáticas ocupa vuestro país, de prestigioso pasado, de tradiciones multiseculares y de una cultura admirable. En efecto, al lado de sus recursos y potencialidad económica, destinados a contribuir cada vez más al bienestar de la población, gracias a un progreso armonioso llevado a cabo en la justicia y el reparto equitativo de las ganancias, estos países poseen también una riqueza humana y espiritual, una gran civilización. Vemos una prueba de ello, entre otras cosas, en el espíritu de tolerancia al que usted aludía hace poco; ¿no es éste una etapa capital de la construcción de la paz en un continente atormentado? Es también la señal del hombre realista el descubrir el lado bueno en los contactos leales con sus hermanos del mundo.

Esta es también la orientación de la Iglesia católica al multiplicar el diálogo con todas las filosofías, con las corrientes de pensamiento, y sobre todo con aquellos que manifiestan preocupaciones de orden trascendente. Y usted puede ver en ella la explicación de la actitud de sus miembros, preocupados de modo especial por la colaboración, así como puede ver también la contribución de ellos al esfuerzo social y educativo para un mejor desarrollo de Tailandia a la promoción del respeto y estima mutua de sus habitantes y a la afirmación común de los valores más elevados. Tales son, como usted bien sabe, el deseo y la línea de conducta del clero y de los fieles católicos.

En el momento de comenzar vuestra importante misión bajo auspicios tan favorables, nos ofrecemos incondicionalmente a facilitarla según nuestros medios, para seguir haciendo de la amistad y de la comprensión cordial, el fundamento de las relaciones entre la Santa Sede y vuestro noble país. Sobre Tailandia y sobre vuestra persona, señor Embajador, invocamos de corazón la abundancia de bendiciones del Todopoderoso.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.52 p.8.

 



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