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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE ESPAÑA
ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 5 de febrero de 1973

 

Señor Embajador,

Le agradecemos vivamente las deferentes palabras que nos ha dirigido al presentar las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de España cerca de la Santa Sede, y las de retiro de su ilustre predecesor Don Antonio Garrigues, de cuya larga misión conservamos tan grato recuerdo.

La misma benévola acogida y atención puede esperar Vuestra Excelencia de parte nuestra en el desempeño de su misión, que, como Usted recordaba, es de «diálogo», de «encuentro permanente y cualificado», en su condición de Representante de España cerca de la Santa Sede. Un diálogo tanto más solícito por parte nuestra y - Nos queremos esperarlo - fructuoso y benéfico, en cuanto España es acreedora del particular interés de la misma Santa Sede.

Hemos escuchado con atención su referencia a las transformaciones temporales que se están operando en su Patria y a los deseos que animan al Pueblo Español en orden a lograr mayor y más armonioso progreso.

La Iglesia, fiel a su misión de desinteresado servicio, no podría ser indiferente a las justas aspiraciones, que cada día bullen con mayor viveza y conciencia en el espíritu humano, ni permanecer neutral ante los procesos de cambio que se operan en el mundo, en los que están en juego valores fundamentales de orden espiritual y moral, como el amor fraterno, la justicia, la libertad cívica y religiosa. Por eso asume responsablemente el empeño de colaborar al auténtico progreso, tratando de impregnar todo el contexto social con la fuerza vital e inspiradora de su proyección eterna y de su vocación renovadora en medio del mundo.

Su misión de modelar los corazones de los hombres conforme al ideal evangélico, no puede menos de traducirse en un fermento saludable de transformación en el corazón mismo de la sociedad, en la que la vivencia activa de la fe por parte de los Obispos, de los Sacerdotes y de los Fieles hace que el compromiso cristiano sea elemento eficaz de crecimiento equilibrado y de genuino perfeccionamiento.

Mediante la libertad y la independencia en el cumplimiento de esta tarea de servicio, la Iglesia quiere que su voz, desinteresada y convincente, llegue con facilidad y credibilidad a lo más íntimo del alma humana para guiarla en el camino recto de la realización personal y del trabajo para el bien común.

Mirando al presente y al futuro desde esta perspectiva religiosa, que nos es propia como Padre y Pastor, vemos con optimismo y confianza la acción de la Iglesia en España para el bien de toda la Nación, a la que admiramos por tantos capítulos gloriosos de su historia y a cuyos hijos estimamos cordialmente por su generosidad de espíritu, por la reciedumbre de su honradez, por el universalismo y dedicación de su servicio a la Iglesia y por su característica fidelidad a esta Sede Apostólica. Por eso nuestros deseos de prosperidad y progreso integral para España llevan la marca de una correspondencia especialmente paternal y cariñosa.

Al formularle, Señor Embajador, los mejores votos para el feliz cumplimiento de su alta misión, nos complacemos en expresar nuestro deferente saludo al Excelentísimo Jefe del Estado, que a tenido a bien confiársela.

A todos los amadísimos hijos de España, a quienes tenemos siempre particularmente presentes en nuestro afecto y en nuestras plegarias, a las altas Autoridades de la Nación, a Vuestra Excelencia y a sus colaboradores con las respectivas familias impartimos de corazón la implorada Bendición Apostólica.


*AAS 65 (1973), p.93-95;

Insegnamenti di Paolo VI, vol. XI, p.110-111;

L’Attività della Santa Sede 1973, p.53-54;

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.6, p.9.

                                     



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