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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE HONDURAS
ANTE LA SANTA SEDE

Jueves 17 de febrero de 1977

 

Señor Embajador,

Con viva complacencia le recibimos hoy, en este acto de presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Honduras ante la Santa Sede.

Agradecemos el deferente saludo que nos ha trasmitido de parte del Señor Presidente de la República, así como las amables palabras con las que Vuestra Excelencia se ha hecho intérprete de los cristianos sentimientos de los hondureños, cuyo amor a la Iglesia y cuya devoción al Papa bien conocemos y apreciamos. Por parte nuestra deseamos de corazón que la fe católica, abrazada desde el principio del descubrimiento de América, sea siempre una fuerza viva que promueva la convivencia y el progreso de la Nación.

Vuestra Excelencia acaba de referirse al eco profundo suscitado por nuestras llamadas de amor y de paz. Ellas no tienen otro objetivo que el de seguir las huellas de Cristo, Príncipe de la paz y modelo de caridad suprema, en Quien la humanidad entera ha sido hecha la familia reconciliada de los hijos de Dios.

Esas son las metas hacia las que constantemente invitamos a todos los hombres, convencido de servir así la verdadera causa de la dignificación creciente del ser humano. Contamos en ello con la voluntad decidida de tantas personas de recta conciencia y, sobre todo, con la colaboración generosa de los cristianos, sensibles a la consigna de amor universal legada por Jesucristo, ya que el hombre «no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» (Gaudium et Spes, 24).

La Iglesia ha recogido con renovado entusiasmo esa consigna exigente. Por ello se ve empeñada en una acción evangelizadora, de promoción social y de defensa de los derechos del hombre, para ofrecer el mensaje de salvación y ser a la vez fermento que contribuya a la edificación de una sociedad cada vez más digna, más humana y más fraternalmente unida.

En ese alto cometido coopera activamente la Iglesia en Honduras, fiel a su misión y a la voluntad de servicio a través de tantas instituciones de tipo social. Confiamos que esas actividades y las personas que las llevan a cabo encontrarán siempre en el País el respeto y consideración que justamente merecen.

Señor Embajador,

queremos finalmente asegurarle nuestra benevolencia y apoyo para el feliz y fructuoso desarrollo de la alta misión que ahora inicia, a la vez que le rogamos transmita nuestros mejores votos a las Autoridades que se la han confiado y a nuestros amadísimos hijos de Honduras, por cuya prosperidad y paz elevamos fervientes y constantes plegarias al Altísimo.


*AAS 69 (1977), p.205-206.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. XV, p.170-171.

L’Attività della Santa Sede 1977, p.63-64.

L' Osservatore Romano 18.2.1977, p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española,n.8, p.11.



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