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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL SECRETARIO FEDERAL DE ASUNTOS EXTERIORES
DE LA REPÚBLICA SOCIALISTA FEDERATIVA DE YUGOSLAVIA

Jueves 17 de noviembre de 1977

 

Excelencia:

Nos alegra expresar la satisfacción que Nos sentimos al recibiros hoy y daros la bienvenida a usted, a la señora Minic y a todas las personalidades eminentes que os acompañan.

La Santa Sede sigue con interés y aprecio la actividad que Yugoslavia desarrolla para que se llegue a una mayor cooperación a nivel internacional. Vuestro país, en particular dedica gran atención a los problemas que afectan a la paz, al desarme, al respeto de las minorías, al apoyo debido a los países en vías de desarrollo. Actualmente Yugoslavia está participando muy activamente en la reunión que se celebra precisamente en Belgrado, como continuación de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa.

A su vez la Santa Sede, con los medios que le son propios, desea aportar su contribución a la promoción de todos los hombres y de todos los pueblos. La universalidad de su misión y de su actividad le han proporcionado una experiencia ciertamente privilegiada en el terreno del diálogo y la colaboración entre los pueblos más diversos. De esta experiencia histórica la iglesia ha sacado la convicción profunda de que sólo es posible la cooperación ordenada y fructuosa entre las diversas comunidades humanas, bien sea en el interior de un Estado, bien sea a nivel internacional, cuando se reconoce de modo efectivo la dignidad de todos sus miembros, base y expresión de respeto pleno de los derechos fundamentales de todo hombre.

Vosotros sabéis cuánto Nos hemos deseado y estimulado el desarrollo de las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno Yugoslavo. Nos alegra constatar ahora que han dado buenos resultados, y deseamos que produzcan frutos más considerables en el futuro en beneficio de las dos partes. La Santa Sede podrá contribuir más eficazmente a la realización de este deseo si puede contar plenamente, en Yugoslavia, con condiciones concretas que permitan a la Iglesia en conjunto o en cada una de sus comunidades, incluso en las más periféricas, poner al servicio de las personas y de la sociedad la riqueza de valores auténticos de la que es portadora.

Nos tenemos confianza y Nos estamos seguro de que Vuestra Excelencia comparte Nuestra esperanza de que nunca faltará la buena voluntad para superar las dificultades que puedan surgir, a fin de garantizar a cada persona una paz y una libertad de espíritu que no dejarán de repercutir sobre toda la comunidad civil.

Excelencia, Nos os renovamos ahora Nuestros sentimientos cordiales, y Nos os rogamos que los transmitáis al Señor Presidente de la República, asegurándole el buen recuerdo que Nos guardamos de su visita, Nuestro saludo y los votos fervientes que Nos hacemos ante Dios por la prosperidad de todas las poblaciones de Yugoslavia.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.48, p.4.



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