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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL SÉPTIMO CONGRESO NACIONAL MISIONERO
Y PRIMERO LATINOAMERICANO

Domingo 20 de noviembre de 1977

 

Venerables Hermanos y amadísimos hijos:

Con ánimo complacido y benevolente enviamos nuestro cordial saludo a vosotros, miembros del Episcopado Mexicano, así como a los representantes de las Comisiones Episcopales de Misiones y Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias de América Latina, que, junto con nuestro Enviado Especial el Señor Cardenal Agnelo Rossi, os habéis congregado en la ciudad de Torreón para celebrar el Séptimo Congreso Nacional Misionero y Primero Latinoamericano.

Sabemos bien que, bajo el impulso de la Conferencia Episcopal Mexicana y particularmente de su Comisión de Misiones, celebráis este encuentro tras una cuidadosa preparación espiritual y material, anhelando conseguir que una tradición, la cual ha producido ya tan abundantes frutos en México, se consolide con la implantación generalizada de las Obras Misionales Pontificias, despierte por doquier el espíritu que anima a las mismas y se extienda a toda Latinoamérica. Teniendo presente el carácter específico de vuestras reuniones, os invitamos a reflexionar acerca del perenne deber de mantener e infundir ese espíritu apostólico-misionero, consustancial a todo aquel que ha recibido la vocación cristiana (Cfr. Apostolicam Actuositatem, 2). Por ello, convencidos de que la Iglesia es sacramento de salvación universal, que debe «llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar la misma sociedad» (Evangelii Nuntiandi, 18), esforzaos por crear en vuestras respectivas comunidades esta conciencia eclesial, capaz de formar católicos responsables, que se comprometan con entusiasmo en favor de la creciente dignificación humana y de la salvación de todos.

Y como cada Iglesia local debe servir de estímulo y ejemplo para las otras, compartiendo y difundiendo sus riquezas de fe y vitalidad cristiana, procurad diligentemente la integración de vuestras iniciativas en un cuadro más amplio, que haga de toda la Iglesia latinoamericana una Iglesia misionera.

María Santísima, Estrella de la evangelización, aliente vuestros esfuerzos, que acompañamos con nuestras asiduas plegarias, mientras con gran afecto a vosotros, a cuantos se esfuerzan por promover la conciencia misionera y a los amadísimos hijos de todos los Países ahí representados, os bendecimos de corazón, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.



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