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RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PÍO XII
CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN DE LA ESTATUA DEDICADA
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN SAN SEBASTIÁN, ESPAÑA


Domingo 19 de noviembre de 1950

 

Venerables hermanos y amados hijos que asistís a la inauguración de la monumental estatua dedicada al Sacratísimo Corazón de Jesús sobre la cima del Monte Urgull, para recordar el quincuagésimo aniversario de la consagración del género humano al Corazón Divino:

A pesar de las no escasas ocupaciones que un Año Santo tan excepcional como el presente Nos impone, hemos querido acoger favorablemente vuestro deseo de que fuese Nuestra bendición y Nuestra palabra quienes clausurasen las piadosas solemnidades que han precedido y acompañado al acto que estáis celebrando y con el cual la ciudad de San Sebastián y la provincia de Guipúzcoa, movidas por el Apostolado de la Oración, han rendido un magnífico homenaje al Corazón Sacratísimo de Jesús, alzándole un monumento en uno de los puntos más hermosos de España.

Habéis deseado que sea magnífico, acaso para darle una prueba tangible de la generosidad que le reserva vuestro amor; lo habéis puesto bien en lo alto como para profesar, con gesto muy expresivo, franca y abiertamente, vuestra fe. Habéis hecho, por fin, que desde él domine vuestra hermosa Donostia y casi toda la provincia, seguramente que para colocarla así bajo su celestial y amoroso patrocinio.

Esto es lo que habéis hecho vosotros. Pero la Providencia ha hecho al mismo tiempo que desde esa altura se domine, además de vuestro encantador litoral —Orio, Guetaria, Zaráuz, Zumaya y Motrico— una parte de la nación vecina; como si deseara poner bajo la protección del Corazón Divino la hermandad fraternal de ambas naciones. Ha hecho que desde esa atalaya se descubra también parte de ese ancho mar, a través del cual gente vuestra  — un Elcano. un Urdaneta, un Legazpi— abrieron para el mundo las rutas de la civilización y de la fe; como si quisiera prometeros su protección para todas vuestras empresas futuras. Ha hecho, finalmente, que desde ahí, volviendo la mirada tierra adentro, casi se adivine el valle escondido que fue cuna del más grande de los hijos de esa provincia, del gran patriarca de Loyola; como si intentara recordaros que solamente la fidelidad a la bandera por él con tan robusta mano enarbolada os hará en el futuro dignos de vosotros mismos.

Guipúzcoa, que fue patria del gran apóstol del Corazón de Jesús P. Agustín de Cardaveraz, es un rincón bendito donde el espíritu de Jesucristo reina de veras en la pureza incontaminada de sus hogares, en el anhelo social de sus modernos centros fabriles, en la austera laboriosidad de sus fuertes hijos, en la abundancia de vocaciones sacerdotales y religiosas y en la piedad sencilla y espontánea que se entremezcla con todas sus tradiciones familiares y sociales.

Nos, invocando la intercesión del Inmaculado Corazón de María, cuya imagen tenéis también en estos momentos ante los ojos, queremos colocar a esa nueva Diócesis dentro de ese «Fornax ardens caritatis», mientras que, con toda la efusión de Nuestro afecto paterno, os bendecimos a todos: a Nuestros hermanos en el Episcopado; a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas presentes; a las Autoridades civiles y militares, que con su asistencia han contribuido al esplendor del acto; y a todos vosotros, hijos amadísimos, que Nos oís y que representáis a esa provincia, a toda esa región, a toda España y a otras naciones a ella unidas en estos solemnes momentos de cristiano fervor y de entusiasta solidaridad.

   



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