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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FORO INTERNACIONAL DE ACCIÓN CATÓLICA

 

Al venerado hermano
Monseñor Domenico Sigalini
Consiliario general del Foro internacional de Acción Católica

Con ocasión de la VI Asamblea ordinaria del Foro internacional de Acción Católica, deseo dirigirle un cordial saludo a usted y a todos los que participan en ese significativo encuentro, y de modo particular al coordinador del Secretariado, Emilio Inzaurraga, a los presidentes nacionales y a los consiliarios. Saludo en especial al obispo de Iaşi, monseñor Petru Gherghel, y a su diócesis, que acogen este encuentro eclesial durante el cual estáis llamados a reflexionar sobre la «corresponsabilidad eclesial y social». Se trata de un tema de gran importancia para el laicado, que resulta muy oportuno en la inminencia del Año de la fe y de la Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización.

La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad especialmente respecto al papel de los laicos en la Iglesia, que no se han de considerar como «colaboradores» del clero, sino como personas realmente «corresponsables» del ser y del actuar de la Iglesia. Es importante, por tanto, que se consolide un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su contribución específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en comunión cordial con los obispos.

Al respecto, la constitución dogmática Lumen gentium define el estilo de las relaciones entre laicos y pastores con el adjetivo «familiar»: «De este trato familiar entre los laicos y los pastores se pueden esperar muchos bienes para la Iglesia; actuando así, en los laicos se desarrolla el sentido de la propia responsabilidad, se favorece el entusiasmo, y las fuerzas de los laicos se unen más fácilmente a la tarea de los pastores. Estos, ayudados por laicos competentes, pueden juzgar con mayor precisión y capacidad tanto las realidades espirituales como las temporales, de manera que toda la Iglesia, fortalecida por todos sus miembros, realice con mayor eficacia su misión para la vida del mundo» (n. 37).

Queridos amigos, es importante ahondar y vivir este espíritu de comunión profunda en la Iglesia, característica de los inicios de la comunidad cristiana, como lo atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles: «El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma» (4, 32). Sentid como vuestro el compromiso de trabajar para la misión de la Iglesia: con la oración, con el estudio, con la participación en la vida eclesial, con una mirada atenta y positiva al mundo, en la búsqueda continua de los signos de los tiempos. No os canséis de afinar cada vez más, con un serio y diario esfuerzo formativo, los aspectos de vuestra peculiar vocación de fieles laicos, llamados a ser testigos valientes y creíbles en todos los ámbitos de la sociedad, para que el Evangelio sea luz que lleve esperanza a las situaciones problemáticas, de dificultad, de oscuridad, que los hombres de hoy encuentran a menudo en el camino de la vida.

Guiar al encuentro con Cristo, anunciando su mensaje de salvación con lenguajes y modos comprensibles a nuestro tiempo, caracterizado por procesos sociales y culturales en rápida transformación, es el gran desafío de la nueva evangelización. Os animo a proseguir con generosidad vuestro servicio a la Iglesia, viviendo plenamente vuestro carisma, que tiene como rasgo fundamental asumir el fin apostólico de la Iglesia en su globalidad, en equilibrio fecundo entre Iglesia universal e Iglesia local, y en espíritu de íntima unión con el Sucesor de Pedro y de activa corresponsabilidad con los pastores (cf. Apostolicam actuositatem, 20). En esta fase de la historia, a la luz del Magisterio social de la Iglesia, trabajad también para ser cada vez más un laboratorio de «globalización de la solidaridad y de la caridad», para crecer, con toda la Iglesia, en la corresponsabilidad de ofrecer un futuro de esperanza a la humanidad, teniendo también la valentía de formular propuestas exigentes.

Vuestras asociaciones de Acción Católica se glorían de una larga y fecunda historia, escrita por valientes testigos de Cristo y del Evangelio, algunos de los cuales han sido reconocidos por la Iglesia como beatos y santos. Siguiendo su ejemplo, estáis llamados hoy a renovar el compromiso de caminar por la senda de la santidad, manteniendo una intensa vida de oración, favoreciendo y respetando itinerarios personales de fe y valorizando las riquezas de cada uno, con el acompañamiento de sacerdotes consiliarios y de responsables capaces de educar en la corresponsabilidad eclesial y social. Que vuestra vida sea «transparente», guiada por el Evangelio e iluminada por el encuentro con Cristo, amado y seguido sin temor. Asumid y compartid los programas pastorales de las diócesis y de las parroquias, favoreciendo ocasiones de encuentro y de sincera colaboración con los demás componentes de la comunidad eclesial, creando relaciones de estima y de comunión con los sacerdotes, con vistas a una comunidad viva, ministerial y misionera. Cultivad relaciones personales auténticas con todos, comenzando por la familia, y ofreced vuestra disponibilidad a la participación, en todos los niveles de la vida social, cultural y política, buscando siempre el bien común.

Con estos breves pensamientos, a la vez que os aseguro mi afectuoso recuerdo en la oración por vosotros, por vuestras familias y por vuestras asociaciones, de corazón envío a todos los participantes en la asamblea la bendición apostólica, que de buen grado extiendo a las personas con quienes os encontréis en vuestro apostolado diario.

Castelgandolfo, 10 de agosto de 2012

 

BENEDICTUS PP. XVI



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