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ALOCUCIÓN DEL PAPA BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN DEL CONSEJO METODISTA MUNDIAL


Viernes 9 de diciembre de 2005

 

Querido obispo Mbang;
queridos amigos en Cristo: 

Me alegra acogeros a vosotros, representantes del Consejo metodista mundial, y daros las gracias por vuestra visita. Me siento profundamente agradecido por la presencia orante y el apoyo de los representantes metodistas durante el funeral del Papa Juan Pablo II y durante la celebración que marcó el inicio de mi pontificado.

En esta semana, hace cuarenta años, el Papa Pablo VI dirigió un discurso a los observadores ecuménicos al final del concilio Vaticano II. Durante ese encuentro expresó la esperanza de que las divergencias entre los cristianos se resolvieran "lenta, gradual, leal y generosamente". Ahora debemos reflexionar en las relaciones amistosas entre los católicos y los metodistas, y en el paciente y perseverante diálogo en el que estamos comprometidos. En efecto, hay muchas cosas por las que podemos dar gracias.

Desde 1967 nuestro diálogo ha afrontado algunos temas importantes como:  revelación y fe, tradición y autoridad docente en la Iglesia. Estos esfuerzos han sido sinceros al afrontar los campos de divergencia. También han demostrado un notable grado de convergencia y merecen reflexión y estudio. Nuestro diálogo y los numerosos modos como los católicos y los metodistas han aprendido a conocerse mejor nos han permitido reconocer juntos algunos de los "tesoros cristianos de gran valor". En varias ocasiones este reconocimiento nos ha permitido hablar con una sola voz al afrontar cuestiones sociales y éticas en un mundo cada vez más secularizado.

Me complace la iniciativa que llevaría a las Iglesias miembros del Consejo metodista mundial a adherirse a la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, firmada por la Iglesia católica y la Federación luterana mundial en 1999. Si el Consejo metodista mundial se adhiriera a la Declaración conjunta, contribuiría a la curación y a la reconciliación que deseamos ardientemente, y sería un significativo paso adelante hacia el fin establecido:  la plena y visible unidad en la fe.

Queridos amigos, bajo la guía del Espíritu Santo, y agradeciendo la gran y constante misericordia de Dios en todo el mundo, tratemos de promover un compromiso mutuo en favor de la palabra de Dios, el testimonio y la oración común. Mientras preparamos nuestro corazón y nuestra mente en este tiempo de Adviento para acoger al Señor, invoco las abundantes bendiciones de Dios sobre todos vosotros y sobre los metodistas del mundo entero.

 



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