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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL COMITÉ DE COORDINACIÓN DE LA COMISIÓN INTERNACIONAL
PARA EL DIÁLOGO ENTRE LA IGLESIA CATÓLICA Y LA ORTODOXA


Jueves 15 de diciembre de 2005

 

Queridos hermanos en Cristo:

Os doy una cordial bienvenida en nombre del Señor y me alegra nuestro encuentro fraternal. En este tiempo litúrgico de gozosa espera de la Navidad del Salvador, vuestra presencia aumenta nuestra alegría. Aviváis en mí el recuerdo de las Iglesias que representáis y de todo el mundo ortodoxo.

Me alegra también la reunión del comité mixto de coordinación de la Comisión internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, signo del deseo de reanudar y proseguir el diálogo, que a lo largo de los últimos años ha atravesado serias dificultades internas y externas. Esta reanudación del diálogo se produce después de un acuerdo inter-ortodoxo, del que la Iglesia católica ha sido informada por Su Santidad Bartolomé I. Por eso, reviste una importancia particular y constituye una gran responsabilidad. En efecto, se trata de cumplir la voluntad del Señor, que quiere que sus discípulos formen una comunidad armónica y que testimonien juntos el amor fraterno que viene de él.

En esta nueva etapa del diálogo es preciso examinar juntos dos aspectos: por una parte, eliminar las divergencias que subsisten y, por otra, tener como deseo primordial hacer todo lo posible para restablecer la comunión plena, bien esencial para la comunidad de los discípulos de Cristo, como subrayó el documento preparatorio de vuestro trabajo.

La comunión plena ha de ser una comunión en la verdad y en la caridad. No podemos contentarnos con quedarnos en estadios intermedios; debemos buscar la voluntad de Jesucristo sin cesar, con valentía, lucidez y humildad, aunque no coincida con nuestros simples proyectos humanos. La realización de la unidad plena de la Iglesia y la reconciliación entre los cristianos sólo se logrará mediante la sumisión de nuestra voluntad a la voluntad del Señor.

Esta tarea compete a los pastores, a los teólogos y a todas nuestras comunidades, cada uno según la función que le corresponde. Para avanzar por este camino de unidad no bastan nuestras débiles fuerzas. Debemos implorar la ayuda del Señor, mediante una oración cada vez más insistente, pues la unidad es ante todo un don de Dios (cf. Unitatis redintegratio, 24), invitando al mismo tiempo a todos los cristianos a la oración común como "medio sumamente eficaz para pedir la gracia de la unidad" (ib., 8).

El decreto Unitatis redintegratio recomendaba también el conocimiento mutuo (cf. ib., 9) y el diálogo, por el que es preciso avanzar "con amor a la verdad, caridad y humildad" (ib., 11), para que se mantenga la pureza de la doctrina. Los pastores que tienen el mérito de haberlo puesto en marcha, Su Santidad el Papa Juan Pablo II y Su Santidad Dimitrios I, Patriarca de Constantinopla, con la declaración común que firmaron abrieron un camino que nosotros debemos proseguir para llevarlo a su término. El diálogo, haciéndonos progresar hacia la comunión plena entre católicos y ortodoxos, contribuirá también "a los diálogos múltiples que tienen lugar en el mundo cristiano con vistas a la búsqueda de su unidad" (Declaración común, 30 de noviembre de 1979: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de 1979, p. 16).

A la vez que os agradezco vuestro compromiso en el estudio de los caminos concretos para el progreso del diálogo entre católicos y ortodoxos, os aseguro mi oración ferviente. Os deseo también una feliz y santa Navidad. Que el año nuevo os colme de beneficios divinos y que sea un tiempo de gracia para el camino hacia la unidad plena.

 



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