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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UN GRUPO DE RELIGIOSOS DE LA SOCIEDAD DE SAN PABLO
Y COLABORADORES LAICOS


Sábado 1 de octubre de 2005

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy vosotros representáis a toda la familia paulina, que ha venido a visitar al Sucesor de Pedro. Me alegra mucho acogeros y os agradezco vuestra agradable visita. Saludo al superior general de la Sociedad de San Pablo y le expreso mi profunda gratitud por las amables palabras con que ha presentado el espíritu de la actividad evangelizadora que juntos tratáis de realizar. Saludo a los consejeros generales y a los demás superiores, a los numerosos hermanos y colaboradores, y extiendo mi cordial saludo a toda vuestra institución en sus diversas ramas, masculinas y femeninas.

A todos y a cada uno llegue mi aprecio por el servicio que prestáis al anuncio del Evangelio mediante los modernos medios de comunicación social, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de vuestro fundador, el beato Giacomo Alberione. En particular, hoy están presentes quienes trabajan en el ámbito italiano: pienso en primer lugar en la revista Famiglia cristiana y en los demás periódicos; pienso en las Ediciones San Pablo y en vuestras muy conocidas librerías esparcidas por toda Italia, así como en el sector de los audiovisuales y de las fronteras más modernas de la comunicación.

Vuestro apostolado está a la vanguardia en un campo vasto y complejo, que ofrece muchas oportunidades y conlleva, al mismo tiempo, muchos problemas; una actividad múltiple, que exige preparación y competencias específicas, con una constante actualización, si se quiere responder efectivamente a los desafíos del mundo actual, percibido cada vez más como "aldea global".

Queridos amigos, anunciar el Evangelio sirviéndose de los modernos medios de comunicación social —precisamente esto quiere realizar la revista Famiglia cristiana, entrando en los hogares de numerosos italianos en su patria y en el extranjero—, además de la necesaria y debida formación profesional, requiere ante todo una firme adhesión personal al Maestro divino. Vuestro fundador fue siempre consciente de la importancia de esta exigencia ascética y espiritual; precisamente por ello, puso en el corazón mismo de cada obra y casa de vuestro instituto la Eucaristía, la escucha de la Palabra y un profundo espíritu de oración. Don Alberione, que estaba enamorado de Dios, pedía a sus discípulos, sacerdotes y laicos, que cultivaran una sólida vida interior, llena de equilibrio y discernimiento. A todos indicaba como modelo al apóstol san Pablo, que en el areópago de Atenas, guiado por el Espíritu Santo, supo adaptar su anuncio al contexto cultural en el que se encontraba, pero, al mismo tiempo, no dejaba de presentar con valentía la novedad absoluta que es Cristo (cf. Hch 17, 22-32).

El reciente capítulo general de la Sociedad de San Pablo ha vuelto a proponer a todos los paulinos como indicación programática la exhortación de don Alberione a "ser san Pablo hoy". Que cada uno de vosotros haga suyo el espíritu y el estilo que distinguían al Apóstol de las gentes, actualizando también en nuestra época posmoderna su obra misionera. Hacedlo, compartiendo con el Sucesor de Pedro y con los pastores de las Iglesias particulares el anhelo incesante de hacer que el mensaje salvífico del Redentor llegue al corazón de numerosos contemporáneos nuestros.

Mis venerados predecesores manifestaron en diversas ocasiones su estima y su afecto a la benemérita familia paulina, alentándola y estimulándola a caminar con fidelidad al carisma que la caracteriza y que constituye una riqueza para toda la comunidad eclesial. A sus palabras uno de buen grado la mía, deseando que vuestra familia religiosa cumpla cada vez más su misión, que consiste en vivir y dar al mundo de hoy a Cristo maestro, camino, verdad y vida, con las formas y los lenguajes de la comunicación actual.

Desde el concilio Vaticano II ha ido creciendo en la Iglesia la conciencia del valor y del gran interés que revisten los medios de comunicación para el anuncio del Evangelio y la formación de las conciencias. Por tanto, os exhorto a renovar el compromiso, específico vuestro, de ser una presencia educativa al servicio de la comunidad cristiana, para que, en sus diversas articulaciones, esté en condiciones de desarrollar una capacidad comunicativa cada vez mejor, a imagen del Señor Jesús, en el que la comunicación entre Dios y la humanidad alcanzó su perfección (cf. carta apostólica El rápido desarrollo, 5).

Gracias una vez más por vuestra visita. Os aseguro mi afecto a cada uno y oro al Señor para que prosigáis con fidelidad la obra iniciada por el beato Alberione, con su protección y con la de los demás beatos y beatas de la familia paulina. Que os guíe y acompañe sobre todo María santísima, modelo de cómo se acoge la Palabra divina para donarla de forma íntegra al mundo. Con estos sentimientos, de corazón os bendigo a vosotros, aquí presentes, a vuestras familias, a todos los lectores de Famiglia cristiana y a los que se benefician de vuestras múltiples actividades sociales y pastorales.

 



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