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PALABRAS DEL PAPA BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN DE LA CONFERENCIA MENONITA MUNDIAL


Viernes 19 de octubre de 2007

 

Queridos amigos:

"A vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo" (2 Co 1, 2). Me alegra acogeros en Roma, donde san Pedro y san Pablo dieron testimonio de Cristo derramando su sangre por el Evangelio.

Con el espíritu ecuménico de los últimos tiempos, hemos comenzado a mantener contactos después de siglos de aislamiento. Soy consciente de que los responsables de la Conferencia menonita mundial aceptaron la invitación de mi amado predecesor Juan Pablo II a unirse a él en Asís, tanto en 1986 como en 2002, para orar por la paz en el mundo con ocasión del gran encuentro de responsables de Iglesias y comunidades eclesiales y de otras religiones del mundo.

Me alegra que oficiales del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos hayan respondido a vuestras invitaciones a participar en vuestras asambleas mundiales de 1997 y 2003.

Dado que es Cristo mismo quien nos llama a buscar la unidad de los cristianos, es muy justo y necesario que menonitas y católicos hayan emprendido el diálogo para comprender los motivos del conflicto surgido entre nosotros en el siglo XVI. Comprender es el primer paso hacia la solución del conflicto. Sé que las actas de ese diálogo, publicadas en el año 2003 y actualmente estudiadas en varios países, han puesto énfasis de modo especial en la purificación de la memoria.

Los menonitas son conocidos por su fuerte compromiso cristiano por la paz en nombre del Evangelio, y aquí, a pesar de siglos de división, el documento sobre el diálogo —"Llamados a ser todos juntos artífices de paz"— ha demostrado que tenemos en común numerosas convicciones. Ambos subrayamos que nuestra promoción de la paz está arraigada en Jesucristo "porque él es nuestra paz:  el que de los dos pueblos hizo uno (...), haciendo la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz" (Ef 2, 14-16) (Documento, n. 174).

Ambos comprendemos que "la reconciliación —no la violencia— y la construcción activa de la paz pertenecen a la esencia del Evangelio" (cf. Mt 5, 9; Rm 12, 14-21; Ef 6, 15)" (ib., n. 179). Nuestra constante búsqueda de la unidad de los discípulos del Señor es de suma importancia. Nuestro testimonio será débil mientras el mundo asista a nuestras divisiones. Lo que nos impulsa a buscar la unidad cristiana es, ante todo, la oración de nuestro Señor al Padre:  "para que todos sean uno (...), para que el mundo  crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21).

Deseo que vuestra visita sea un paso ulterior hacia la comprensión y la reconciliación mutuas. Que la paz y la alegría de Cristo estén con todos vosotros y con vuestros seres queridos. 



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