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ALOCUCIÓN DEL PAPA BENEDICTO XVI
A UN CORO DE LA CIUDAD DE RATISBONA


Salón de los Suizos del palacio pontificio de Caste
lgandolfo
Sábado 5 de julio de 2008

 

Queridos amigos:

Me alegra vuestra visita, que me trae el recuerdo de la magnífica jornada en la que bendije el nuevo órgano, el "Benedikt-Orgel", en la "Antigua Capilla". Sigue imborrable en mi memoria cómo, en la armonía de ese excelente órgano, del coro dirigido por el señor Kohlhäufl y de la belleza de esa iglesia luminosa, experimentamos la alegría que viene de Dios, no sólo una "chispa" de los dioses, de la que habla Schiller, sino verdaderamente el esplendor del fuego del Espíritu Santo, que nos ha hecho escuchar en nuestro interior lo que sabemos también gracias al evangelio de san Juan: que él mismo es la alegría. Y esta alegría se nos comunicaba también a nosotros.

Me complace que este órgano siga sonando y ayude así a la gente a percibir algo del esplendor de nuestra fe, un esplendor encendido por el mismo Espíritu Santo. Así el órgano desempeña una función evangelizadora, anuncia el Evangelio a su manera.

Nosotros aquí no podemos ofrecer ni un órgano ni un coro, pero tenemos la belleza del "castillo" y la belleza del sur, que se difunde en todo el entorno. Aunque el sol en este momento irradia su calor de un modo tal vez demasiado abundante, nos queda la luz del sur como una pequeña fiesta que será para todos vosotros un grato recuerdo que podéis llevar a casa.

Veo que también me vais a dar algunos regalos; así pues, os quiero dar las gracias anticipadamente porque no habéis venido con las manos vacías. Os deseo jornadas muy hermosas y gratas aquí en Roma.

Asimismo, os ruego que transmitáis mi saludo a Ratisbona y a la "Antigua Capilla".



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