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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO ORGANIZADO
POR LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA


Sábado 24 de abril de 2010

 

Eminencia,
venerados hermanos en el episcopado,
queridos amigos:

Me alegra esta ocasión de encontrarme con vosotros y concluir vuestro congreso, que tiene un título muy evocador: «Testigos digitales. Rostros y lenguajes de la era del crossmedia». Agradezco al presidente de la Conferencia episcopal italiana, el cardenal Angelo Bagnasco, sus amables palabras de bienvenida, con las que ha querido expresarme una vez más el afecto y la cercanía de la Iglesia que está en Italia a mi servicio apostólico. Sus palabras, señor cardenal, reflejan la fiel adhesión a Pedro de todos los católicos de esta amada nación y la estima de tantos hombres y mujeres animados por el deseo de buscar la verdad.

El tiempo en que vivimos experimenta una ampliación enorme de las fronteras de la comunicación, realiza una inédita convergencia entre los diversos medios de comunicación y hace posible la interactividad. La red manifiesta, por tanto, una vocación abierta, que tiende a ser igualitaria y pluralista, pero al mismo tiempo abre una nueva brecha: de hecho, se habla de digital divide. Esta brecha separa a los incluidos de los excluidos y se añade a las demás brechas, que ya alejan a las naciones entre sí y también en su interior. Asimismo, aumentan los peligros de homologación y de control, de relativismo intelectual y moral, que ya se reconocían bien en la flexión del espíritu crítico, en la verdad reducida al juego de las opiniones, en las múltiples formas de degradación y de humillación de la intimidad de la persona. Asistimos, pues, a una «contaminación del espíritu, la que hace nuestros rostros menos sonrientes, más sombríos, la que nos lleva a no saludarnos unos a otros, a no mirarnos a la cara...» (Discurso en la plaza de España, 8 de diciembre de 2009: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de diciembre de 2009, p. 8). Este congreso, en cambio, pretende precisamente reconocer los rostros y, por tanto, superar las dinámicas colectivas que pueden hacernos perder la percepción de la profundidad de las personas y aplastarnos en su superficie: cuando esto sucede, se convierten en cuerpos sin alma, en objetos de intercambio y de consumo.

¿Cómo es posible, hoy, volver a los rostros? He intentado indicar el camino también en mi tercera encíclica. Ese camino pasa por la caritas in veritate, que resplandece en el rostro de Cristo. El amor en la verdad constituye «un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización» (n. 9). Los medios de comunicación social pueden convertirse en factores de humanización «no sólo cuando, gracias al desarrollo tecnológico, ofrecen mayores posibilidades para la comunicación y la información, sino sobre todo cuando se organizan y se orientan bajo la luz de una imagen de la persona y el bien común que refleje sus valores universales» (n. 73). Esto requiere que «estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural» (ib.). Solamente con estas condiciones el paso crucial que estamos realizando podrá ser rico y fecundo en nuevas oportunidades. Queremos adentrarnos sin temores en el mar digital, afrontando la navegación abierta con la misma pasión que desde hace dos mil años gobierna la barca de la Iglesia. Más que por los recursos técnicos, aunque sean necesarios, queremos distinguirnos viviendo también este universo con un corazón creyente, que contribuya a dar un alma al flujo comunicativo ininterrumpido de la red.

Esta es nuestra misión, la misión irrenunciable de la Iglesia: la tarea de todo creyente que trabaja en los medios de comunicación es «allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven nuestro tiempo “digital” los signos necesarios para reconocer al Señor» (Mensaje para la 44ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 16 de mayo de 2010: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de enero de 2010, p. 3). Queridos amigos, también en la red estáis llamados a ser «animadores de comunidad», atentos a «preparar caminos que conduzcan a la Palabra de Dios», y a expresar una sensibilidad especial con quienes «desconfían, pero llevan en el corazón deseos de absoluto y de verdades perennes» (ib.). Así la red podrá convertirse en una especie de «patio de los gentiles», donde abrir «un espacio también a aquellos para quienes Dios sigue siendo un desconocido» (ib.).

Como animadores de la cultura y de la comunicación, sois signo vivo de que «las comunidades eclesiales han incorporado desde hace tiempo los nuevos medios de comunicación como instrumentos ordinarios de expresión y de contacto con el propio territorio, instaurando en muchos casos formas de diálogo aún de mayor alcance» (ib.). En este campo no faltan voces en Italia: baste con recordar aquí el periódico Avvenire, la emisora televisiva TV2000, el circuito radiofónico inBlu y la agencia de prensa SIR, junto a las revistas católicas, a la red capilar de los semanarios diocesanos y a las ya numerosas páginas web de inspiración católica. Exhorto a todos los profesionales de la comunicación a no cansarse de alimentar en su corazón la sana pasión por el hombre que se convierte en tensión a acercarse cada vez más a sus lenguajes y a su verdadero rostro. En esto os ayudará una sólida preparación teológica y sobre todo una profunda y gozosa pasión por Dios, alimentada en el diálogo continuo con el Señor. Que las Iglesias particulares y los institutos religiosos, por su parte, no duden en valorizar los itinerarios formativos que proponen las universidades pontificias, la Universidad católica del Sagrado Corazón y las demás universidades católicas y eclesiásticas, destinando a ellas personas y recursos con visión de futuro. Que el mundo de la comunicación social entre de lleno en la programación pastoral.

A la vez que os agradezco el servicio que prestáis a la Iglesia y, por tanto, a la causa del hombre, os exhorto a recorrer, animados por la valentía del Espíritu Santo, los caminos del continente digital. Nuestra confianza no es una respuesta acrítica a ningún instrumento de la técnica. Nuestra fuerza está en ser Iglesia, comunidad creyente, capaz de testimoniar a todos la perenne novedad de Cristo resucitado, con una vida que florece en plenitud en la medida en que se abre, entra en relación y se entrega con gratuidad.

Os encomiendo a la protección de María santísima y de los grandes santos de la comunicación, y os bendigo a todos de corazón.



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