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CONCIERTO OFRECIDO POR EL CONJUNTO "NEW SEASONS"
EN HONOR DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Y DE SU HERMANO,
MONS. GEORG RATZINGER, EN EL 60 ANIVERSARIO DE SACERDOCIO

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DEL CONCIERTO

Patio del Palacio pontificio de Castelgandolfo
Martes 9 de agosto 2011

 

Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
reverendo señor deán Kemmer,
estimados músicos, queridos amigos:

A la estupenda música que aún resuena en nuestro espíritu, ciertamente no se puede añadir nada. Sin embargo, quiero decir unas palabras de agradecimiento a quienes han hecho posible y han organizado este concierto aquí en Castelgandolfo. Agradezco de corazón al monseñor deán su saludo inicial y, sobre todo, a los artistas —el maestro Albrecht Mayer, la violinista Arabella Steinbacher y el conjunto «New Seasons»— por la magnífica ejecución, que llega al corazón. Me alegra en particular también que hayáis querido ofrecer este concierto con ocasión del 60° jubileo sacerdotal que mi hermano y yo, con la gracia divina, hemos podido celebrar juntos hace poco tiempo. Y usted, señor Mayer, ha escogido como lema de este concierto: «Lo que Dios hace, está bien hecho» y, así, lo ha convertido, desde lo más íntimo, en un concierto de acción de gracias y de confianza creyente. ¡Muchísimas gracias a vosotros por este don!

Esta tarde hemos podido encontrar dos exponentes realmente grandes de la música del siglo XVIII: Antonio Vivaldi y Johann Sebastian Bach, maestro de los maestros.

Los dos pasajes de Vivaldi que han resonado esta tarde forman parte de los llamados «conciertos llenos», escritos para orquesta de arcos y bajo continuo, gran parte de los cuales tenían una finalidad didáctica, especialmente cuando Vivaldi enseñó en la «Piedad», uno de los cuatro orfanatos-conservatorios de Venecia para muchachas. La estructura de los tres tiempos con un breve adagio central es típica del gran italiano, pero esta uniformidad arquitectónica nunca es monótona, porque —como hemos escuchado— el tratamiento tímbrico, el color orquestal, la dinámica del discurso musical, los arreglos armónicos, el arte del contrapunto y de la imitación, convierten los conciertos de Vivaldi en un ejemplo de luminosidad y belleza que transmite serenidad y alegría. Creo que esto venía de su fe. Vivaldi era un sacerdote católico, fiel a su Breviario y a sus prácticas de piedad. La escucha de su producción de música sacra revela su espíritu profundamente religioso.

Este es un rasgo que lo une a Johann Sebastian Bach, luterano, admirador de Vivaldi, del que estudió y transcribió varios conciertos. «Soli Deo gloria»: esta frase aparece como un estribillo en los manuscritos de Bach —un leitmotiv de sus cantatas, como dice el opúsculo del programa— y constituye un elemento central para comprender la música del gran autor alemán. La profunda devoción fue un elemento esencial de su carácter, y su sólida fe sostuvo e iluminó toda su vida. En la portada del Kleines Orgelbüchlein se pueden leer estas dos líneas: «Dem höchsten Gott allein zu Ehren, Dem Nächsten draus sich zu belehren» («Al Dios Altísimo para honrarlo, a los demás para instruirlos»). Bach tenía una concepción profundamente religiosa del arte: honrar a Dios y deleitar el espíritu del hombre. La escucha de su música recuerda casi el fluir de un arroyo, o una gran construcción arquitectónica en la que todo está armoniosamente compuesto, como para intentar reproducir la perfecta armonía que Dios imprimió en su creación. Bach es un espléndido «arquitecto de la música», con un uso inigualable del contrapunto, un arquitecto guiado por un tenaz ésprit de géometrie, símbolo de orden y de sabiduría, reflejo de Dios; así la racionalidad pura se transforma en música, en el sentido más elevado y puro, en belleza esplendorosa. En esta velada hemos podido admirar este espíritu de Bach en los pasajes iniciales tomados de la monumental obra de fe que son las Cantatas, en la música pura, cristalina de la Partitura n. 2 en re menor para solo de violín y en el bellísimo Concierto BWV 1060, propuesto en una versión que probablemente corresponde a la más antigua.

Gracias, una vez más, también de parte de mi hermano, al señor deán, al maestro Mayer, a la violinista Arabella Steinbacher y al conjunto «New Seasons». A todos vosotros un sentido «Vergelt’s Gott» (Dios os lo recompense). De buen grado os imparto a vosotros y a todos los presentes mi bendición apostólica.



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