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VIAJE APOSTÓLICO A MADRID
CON OCASIÓN DE LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
18-21 DE AGOSTO DE 2011

CONFERENCIA DE PRENSA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A BORDO DEL AVIÓN EN EL VUELO HACIA MADRID

Jueves, 18 de agosto de 2011

 

P. Lombardi: Santo Padre, estamos en la XXVI Jornada mundial de la juventud, la decimosegunda celebrada con un gran encuentro mundial. Juan Pablo II, que las instituyó, ahora es beato y es protector oficial de esta JMJ de Madrid. Al inicio de su pontificado, nos preguntábamos si usted continuaría en el surco de su predecesor. Ahora usted está ya en su tercera Jornada mundial, después de la de Colonia y Sydney. ¿Cómo ve el significado de estos acontecimientos en la «estrategia» pastoral de la Iglesia universal en el tercer milenio?

Santo Padre: Queridos amigos, ¡buenos días! Me alegra viajar con vosotros a España para este gran acontecimiento. Después de dos JMJ vividas también personalmente, puedo decir que fue realmente una inspiración la que recibió el Papa Juan Pablo II cuando creó esta realidad de un gran encuentro de los jóvenes del mundo con el Señor. Diría que estas JMJ son un signo, una cascada de luz, dan visibilidad a la fe, visibilidad a la presencia de Dios en el mundo, y dan así la valentía para ser creyentes. Con frecuencia, los creyentes se sienten aislados en este mundo, casi perdidos. Aquí ven que no están solos, que hay una gran red de fe, una gran comunidad de creyentes en el mundo, que es hermoso vivir en esta amistad universal. Y así, me parece, nacen amistades que superan las fronteras de las diferentes culturas, de los diferentes países. Este nacimiento de una red universal de amistad, que une al mundo con Dios, es una realidad importante para el futuro de la humanidad, para la vida de la humanidad de hoy. Naturalmente la jmj no puede ser un acontecimiento aislado: forma parte de un camino más grande. Debe ser preparado por este camino de la cruz que transmigra a diferentes países y ya une a los jóvenes con el signo de la cruz y con el maravilloso signo de la imagen de la Virgen. De este modo la preparación de la JMJ, mucho más que una preparación técnica de un acontecimiento con muchos problemas técnicos, naturalmente; es una preparación interior, un ponerse en camino hacia los demás y, juntos, hacia Dios. Y así se crean grupos de amistad. Este contacto universal abre las fronteras de las culturas y de los contrastes humanos y religiosos, y de este modo se convierte en un camino continuo, que después lleva a una nueva cumbre, a una nueva JMJ. En este sentido, me parece que la jmj debe considerarse como un signo, como parte de un gran camino: crea amistades, abre fronteras y hace visible que es bello estar con Dios, que Dios está con nosotros. En este sentido, queremos seguir con esta gran idea del beato Papa Juan Pablo II.

P. Lombardi: Santidad, los tiempos cambian. Europa y el mundo occidental en general viven una crisis económica profunda, que manifiesta también señales de un grave malestar social y moral, de gran incertidumbre para el futuro, particularmente doloroso para los jóvenes. En los días pasados hemos visto, por ejemplo, los sucesos acontecidos en Gran Bretaña, con manifestaciones de rebelión y agresividad. Al mismo tiempo, hay signos de compromiso generoso y entusiasta, de voluntariado y solidaridad, de jóvenes creyentes y no creyentes. ¿Qué mensajes puede ofrecer la Iglesia para dar esperanza y aliento a los jóvenes del mundo, sobre todo a los que hoy sienten la tentación del desaliento y la rebelión?

Santo Padre: Sí. Se confirma en la crisis económica actual lo que ya se ha visto en la gran crisis precedente: que la dimensión ética no es algo exterior a los problemas económicos, sino una dimensión interior y fundamental. La economía no funciona sólo con una auto-reglamentación mercantil, sino que tiene necesidad de una razón ética para funcionar para el hombre. Puede constatarse lo que ya había dicho Juan Pablo IIen su primera encíclica social: que el hombre debe estar en el centro de la economía y que la economía no debe medirse según el máximo beneficio, sino según el bien de todos; incluye la responsabilidad respecto del otro, y funciona verdaderamente bien sólo si funciona de una manera humana, respetando al otro. Y con sus diferentes dimensiones: responsabilidad por la propia nación, y no sólo por sí mismos, responsabilidad por el mundo. Una nación no está aislada; tampoco Europa está aislada, sino que es responsable de toda la humanidad y debe pensar siempre en los problemas económicos con esta clave de responsabilidad, también por las demás partes del mundo, por las que sufren, tienen sed y hambre, y no tienen futuro. Y, por tanto —tercera dimensión de esta responsabilidad— es la responsabilidad por el futuro. Sabemos que debemos proteger nuestro planeta, pero tenemos que proteger el funcionamiento del servicio del trabajo económico para todos y pensar que el mañana es también el hoy. Si los jóvenes de hoy no encuentran perspectivas en su vida, también nuestro hoy está equivocado, está mal. Por tanto, la Iglesia con su doctrina social, con su doctrina sobre la responsabilidad ante Dios, abre la capacidad de renunciar al máximo beneficio y de ver las cosas en la dimensión humanística y religiosa, es decir, estamos hechos el uno para el otro. De este modo es posible también abrir caminos. El gran número de voluntarios que trabajan en diferentes partes del mundo, no para sí mismos sino para los demás, y encuentran precisamente así el sentido de su vida, demuestran que es posible hacer esto y que una educación en estos grandes objetivos, como trata de hacer la Iglesia, es fundamental para nuestro futuro.

P. Lombardi: Los jóvenes del mundo de hoy viven generalmente en ambientes multiculturales y multiconfesionales. La tolerancia recíproca hoy es más necesaria que nunca. Usted insiste siempre mucho en el tema de la verdad. ¿No piensa que esta insistencia en la verdad y en la única Verdad que es Cristo, es un problema para los jóvenes de hoy? ¿No piensa que esta insistencia los impulse a la contraposición y a la dificultad de dialogar y buscar junto a los demás?

Santo Padre: La relación entre verdad e intolerancia, monoteísmo e incapacidad de diálogo con los demás, es un argumento que con frecuencia vuelve al debate sobre el cristianismo de hoy. Y naturalmente es verdad que en la historia se han dado también abusos, tanto del concepto de verdad como del concepto de monoteísmo; pero han sido abusos. La realidad es totalmente diferente. El argumento está equivocado, pues la verdad sólo es accesible en la libertad. Se pueden imponer con la violencia comportamientos, observancias, actividades, pero no la verdad. La verdad se abre sólo a la libertad, al consentimiento libre y, por eso, libertad y verdad están íntimamente unidas, una es condición de la otra. Por lo demás, buscar la verdad, los valores auténticos, que dan vida y futuro, no tiene alternativa. No queremos la mentira, no queremos el positivismo de normas impuestas con una cierta fuerza. Sólo los auténticos valores llevan al futuro y es necesario, por tanto, buscar los valores auténticos y no permitir el arbitrio de algunos, no dejar que se imponga una razón positivista que nos dice, sobre los problemas éticos, sobre los grandes problemas del hombre: no hay una verdad racional. Esto significa exponer el hombre al arbitrio de cuantos tienen el poder. Debemos buscar siempre la verdad, los verdaderos valores; tenemos un núcleo de valores, en los derechos humanos fundamentales. Los derechos fundamentales reconocidos nos ponen en diálogo unos con otros. La verdad como tal es dialogante, pues busca conocer mejor, comprender mejor, y lo hace en diálogo con los demás. De este modo, buscar la verdad y la dignidad del hombre es la mejor defensa de la libertad.

P. Lombardi: Las Jornadas mundiales de la juventud son un tiempo hermosísimo y suscitan mucho entusiasmo, pero los jóvenes luego al volver a casa encuentran un mundo en el que la práctica religiosa está en disminución muy fuerte. A muchos de ellos probablemente no se les verá ya en la iglesia. ¿Cómo se puede dar continuidad a los frutos de la Jornada mundial de la juventud? ¿Piensa que dará efectivamente frutos de larga duración más allá de los momentos de gran entusiasmo?

Santo Padre: La siembra de Dios siempre es silenciosa, no aparece inmediatamente en las estadísticas. Y esa semilla que el Señor siembra con las JMJ es como la semilla de la que habla el Evangelio: una parte cae en el camino y se pierde; una parte cae en la piedra y se pierde; una parte cae entre las espinas y se pierde; pero una parte cae en tierra buena y da mucho fruto. Esto es precisamente lo que sucede con la siembra de la JMJ: mucho se pierde y esto es humano. Con otras palabras del Señor, la semilla de mostaza es pequeña, pero crece y se convierte en un gran árbol. Ciertamente se pierde mucho, no podemos decir que desde mañana comienza un gran crecimiento de la Iglesia. Dios no actúa así. Crece en silencio y mucho. Sé que otras JMJ han suscitado numerosas amistades, amistades para toda la vida; muchas nuevas experiencias de que Dios existe. Y nosotros confiamos en este crecimiento silencioso, y estamos seguros de que, aunque las estadísticas no hablen mucho de ello, la semilla del Señor crece realmente. Y para muchísimas personas será el inicio de una amistad con Dios y con los demás, de una universalidad de pensamiento, de una responsabilidad común que realmente nos muestra que estos días dan fruto. Gracias.



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