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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN PRO PETRI SEDE


Sala de los Papas
Viernes 15 de febrero de 2013

 

Queridos amigos:

Sed bienvenidos esta mañana, vosotros que habéis venido a Roma como peregrinos para mostrar vuestra adhesión a la Sede Apostólica y reafirmar vuestro compromiso en la Asociación Pro Petri Sede, a cuya generosidad y sentido de comunión eclesial rindo homenaje.

El Año de la fe, que la Iglesia está celebrando en este momento, nos invita a una conversión auténtica al Señor Jesús, el único Salvador del mundo. Acogiendo a través de la fe la revelación del amor salvífico de Dios en nuestra vida, toda nuestra existencia está llamada a modelarse según la novedad radical introducida en el mundo por la Resurrección de Cristo. La fe es una realidad viva que es necesario descubrir y profundizar continuamente para que pueda crecer. Es la fe la que debe orientar la mirada y la acción del cristiano, puesto que es un nuevo criterio de inteligencia y de acción que cambia toda la vida del hombre. Como ya tuve ocasión de decir en la carta apostólica Porta fidei, el Año de la fe es una ocasión propicia para intensificar el testimonio de la caridad. «La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino» (n. 14).

Para vivir este testimonio de la caridad, el encuentro con el Señor que transforma el corazón y la mirada del hombre es por lo tanto indispensable. En efecto, es el testimonio del amor de Dios por cada uno de nuestros hermanos en la humanidad lo que da el verdadero sentido de la caridad cristiana. Esta no se puede reducir a un simple humanismo o a una obra de promoción humana. La ayuda material, por necesaria que sea, no es el todo de la caridad, que es participación en el amor de Cristo recibido y compartido. Toda obra de caridad auténtica es por lo tanto una manifestación concreta del amor de Dios a los hombres, y por eso se convierte en anuncio del Evangelio. Que en este tiempo de Cuaresma los gestos de caridad, generosamente realizados (cf. Mt 6, 3), permitan a cada uno caminar hacia Cristo, Él, que jamás deja de salir al encuentro de los hombres.

Queridos amigos, que esta peregrinación refuerce vuestra relación con Cristo y reavivar la gracia recibida en el bautismo. Que crezca en vosotros el deseo de testimoniar siempre vuestra fe allí donde os halláis. Confío a cada uno de vosotros y a cada una de vuestras familias, así como a los miembros de vuestra Asociación, a la intercesión materna de la Virgen María y a la protección del apóstol Pedro. De todo corazón, os imparto la bendición apostólica.



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