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VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL III ENCUENTRO MUNDIAL DE JÓVENES
ORGANIZADO POR SCHOLAS OCCURRENTES Y ORT MUNDIAL

[Buenos Aires, 29 de octubre - 1 de noviembre de 2018]

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Queridos jóvenes de Scholas, hoy reunidos aquí:

Quiero celebrar junto a ustedes esta fiesta del encuentro, encuentro de personas: cada uno de ustedes es persona. Encuentro de diferentes credos, países, lenguas, realidades; encuentro de diferentes identidades, porque para encontrarse hay que estar seguro de la propia identidad. Vos no podés andar negociando tu identidad para encontrarte con el otro, no podés maquillar tu identidad, no la podés disfrazar, porque la vida no es un carnaval, es algo muy serio. Y un encuentro tiene que ser serio, con mucha alegría, pero serio desde el corazón.

La palabra identidad no es fácil. Y es la pregunta por el “quién soy yo”. Y es una de las preguntas más importantes que uno puede hacerse: delante de sí mismo, delante de los demás, delante de Dios, delante de la historia. ¿Quién soy yo?

Es la pregunta que va junto a la pregunta por el sentido de mi vida, quién soy yo y qué sentido tiene mi vida. Pero atención, no es una pregunta para sacarse de encima ni para responderla rápido u olvidarla. Es una pregunta para mantener siempre, siempre. Y mantenerla abierta, mantenerla cercana: Yo, ¿quién soy?

Nuestra identidad no es un dato que viene dado, no es un número de fábrica, no es una información que puedo buscar en internet para saber quién soy. No somos algo totalmente definido, establecido. Estamos en camino, estamos en crecimiento, y ese núcleo de identidad va creciendo, creciendo, y vamos caminando; estamos creciendo con un estilo propio, con una historia propia, con ese núcleo de identidad propio. Somos testigos, somos redactores y lectores de nuestras vidas y no somos los únicos autores: somos lo que Dios sueña para nosotros, lo que nos contamos, lo que nos volvemos a contar, lo que los otros nos cuentan, siempre y cuando seamos fieles. Fieles a nuestra integridad personal, fieles a nuestra nobleza interior, fieles a una palabra que la gente le tiene miedo: fieles a la coherencia. No hay identidades de laboratorio, no las hay. Toda identidad tiene historia. Y al tener historia, tiene pertenencia. Mi identidad viene de una familia, de un pueblo, de una comunidad. Ustedes no pueden hablar de identidad sin hablar de pertenencia. Identidad es pertenecer. Pertenecer a algo que me trasciende, algo que es más grande que vos.

El peligro, tan presente en estos tiempos, es cuando una identidad se olvida de sus raíces, se olvida de donde viene, se olvida de su historia, no se abre a la diferencia de la convivencia actual; ve al otro con miedo, lo ve como enemigo, y ahí comienza la guerra. Basta agarrar el diario de cada día o ver el tele informativo: guerra pequeña al principio, casi imperceptible, pero grande y terrible en su final. Por eso, para que la identidad no se vuelva violenta, no se vuelva autoritaria, no se vuelva negadora de la diferencia, necesita permanentemente del encuentro con el otro, necesita del diálogo, necesita crecer en cada encuentro y necesita de la memoria de la propia pertenencia. ¿Cuáles son mis raíces? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es la cultura de mi pueblo? No hay identidades abstractas. Bueno, habría una, que es la cédula de identidad que es un papel. Pero esa no sirve, esa no te hace crecer. A lo más, te dejará tranquilo cuando alguien de seguridad te la pide: “basta, bien vaya”. No hay identidades de laboratorios, ni identidades quietas. ¿Quién soy?, volvamos a preguntarnos cada uno de nosotros. Recreémonos en el camino, crezcamos en el camino, con la memoria, con el diálogo, con la pertenencia y con la esperanza. Y así, nos enriqueceremos cada día más a nosotros mismos.

Identidad es pertenencia. Por favor, cuídenla, cuiden la propia pertenencia. No se dejen embaucar. Cuiden la propia pertenencia. Y así, cuando vemos gente que no respeta nada entre nosotros. Cuántas veces oímos decir: “De ese no te fiés porque vende hasta la madre”. Cada uno pregúntese: ¿Yo vendo mi pertenencia? ¿Yo vendo la historia de mi pueblo? ¿Yo vendo la cultura de mi pueblo?  ¿Yo vendo la cultura y lo que recibí de mi familia? ¿Yo vendo la coherencia de vida? ¿Yo vendo el diálogo con el hermano, aunque tenga ideas distintas, o hago ficción de diálogo? No vendan lo que es más hondo nuestro, que es la pertenencia, la identidad y que en el camino se hace encuentro de identidades diversas para enriquecerse mutuamente. Se hace fraternidad.

Quiero agradecer a todos los que hicieron posible este encuentro: padres y docentes de cada uno, por permitir y acompañar; autoridades, por abrir la puerta y posibilitar la experiencia; a las escuelas Bort y a todas las comunidades religiosas por enriquecer, desde la diversidad, el relato de este encuentro y de cada uno. Y agradecerles a ustedes, jóvenes de Scholas, por dejar que la vida les cuente a cada paso un nuevo capítulo. No le tengan miedo a eso. Por animarse a mezclar sus lenguajes, abrir sus historias sin renunciar a ellas, dejarse reescribir por el otro, por el diferente, por el desconocido, siendo siempre distintos y, a la vez, siendo siempre cada vez más ustedes mismos. Y haciendo de su identidad, de esa pertenencia que recibieron, una obra de arte. Es lo que les deseo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

 



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